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miércoles, 9 de julio de 2025

Reseña de "El universo de Indiana Jones" (Notorious)

Siempre es agradable comprobar que quien se acerca a lo que has escrito aprecia y valora su contenido, y, además, lo expone de manera generosa y exquisita. Es lo que ha sucedido con "The Loot of Boba Fett", que hace unas semanas dejó estos comentarios sobre "El universo de Indiana Jones" (Notorious ediciones) por sus redes. Por aquí los recupero ahora. Y, de nuevo, muchas gracias. 







lunes, 22 de enero de 2024

Cuando acecha la maldad (Demián Rugna, 2023)

Hay películas que te cogen del cuello desde el principio y ya no te sueltan hasta el final. Esta es una de ellas. No se la pierdan y vayan a la sala de cine más cercana para sumergirse en esta historia de dos hermanos en el ámbito rural bajo una amenaza terrorífica. Prepárense. Es extraordinaria.



martes, 19 de diciembre de 2023

"Cuentas divinas" en la revista "Entorno Literario"

El número uno de la Revista de Letras y de las Artes del Libro, "Entorno Literario", recoge una breve reseña que escribí hace un tiempo sobre el multipremiado cortometraje "Cuentas divinas", dirigido por Eulàlia Ramón, escrito por María Zaragoza y protagonizado por Celia Freijeiro, Fele Martínez y Marina San José. Ahora que acaba de ser nominado al Premio Goya al Mejor Cortometraje, es un buen momento para recuperarlo. La revista, además, está editada con un cuidado literario admirable y recoge artículos y reseñas del mayor interés.


Por otro lado, el pasado sábado (16/12/23) tuvimos en "Gente de Andalucía" (Canal Sur Radio) a la propia María Zaragoza que, además de hablarnos del corto, nos presentó su más reciente obra: el libro de relatos "El infierno es una chica adolescente", ilustrado por AxMxAxLx y publicado por Minotauro, una joya en las distancias cortas editada con un gusto exquisito. Muy recomendable.  

https://www.canalsur.es/multimedia.html?id=1994414

https://editorialentornografico.es/tienda/entorno-literario-no-1-revista-de-letras-y-de-las-artes-del-libro/

jueves, 5 de octubre de 2023

Sobre "Cerrar los ojos" y "Golpe de suerte" (con spoilers)

 (con spoilers)
La nueva película de Víctor Erice, el cuarto largometraje de su carrera (el tercero de ficción), es un viaje apasionante que lleva al espectador de la desaparición misteriosa de un actor en pleno rodaje a la inesperada posibilidad de que el director de aquella película, que dejó inacabada por su ausencia, tenga opción de conocer qué le sucedió veinte años después.
            Todo esto va a conducir a un desenlace que, podríamos decir, muestra la magia del cine; no solo en la propia trama, por lo que provoca en los personajes, sino porque, por ejemplo, nos lleva al que quizá sea el mejor último plano de la historia del cine español: emotivo, significativo y de una extraordinaria belleza plástica. El rostro de Gardel, ese Jose Coronado envejecido, con la mirada acuosa clavada en la pantalla, viéndose a sí mismo en la película inacabada donde buscó y trajo ante otro padre a su hija perdida, es desde ya un momento memorable de la narrativa audiovisual; y todo esto, recordemos, al tiempo que Gardel tiene a su propia hija sentada al lado, Ana Torrent, esperando que él reaccione, que la reconozca, que también la encuentre, que escape a su falta de memoria, que esa escena de la película perdida que está siendo proyectada en la sala de cine provoque el hechizo y le haga ver quién es, rescatándolo del pozo del olvido en que lleva sumido tanto tiempo. Entonces, Gardel parece tener un momento de lucidez, ese mismo al que se refiere en una escena previa el personaje de Manolo Solo, que admite que, a veces, por un instante, sospecha que él lo reconoce.
            Cerrar los ojos conservando la memoria... abrir los ojos perdiéndola. El cine como elemento que va más allá de la ficción. La sala de cine como el quirófano imprescindible para curar al espectador de tanto contenido (ah, contenido, esa palabra delatora ya de sus propias intenciones...). La estructura como esqueleto vital para mantener erguida una historia y que camine con pasos certeros. El homenaje que va más allá del propio homenaje y da sentido y profundidad al personaje principal. Que en ese refugio costero, con el perfil de la población granadina de Castell de Ferro, Manolo Solo se arranque con los acordes de My rifle, my pony and me, emulando nada más y nada menos que a Dean Martin en Río Bravo, de Howard Hawks, es no solo un punto de luz más en esta brillante película, sino el conjuro capaz de emocionar a todo el que se embarque en este viaje, el mejor que ha dado el cine español en décadas.
            Golpe de suerte, la nueva película de Woody Allen, la número 50 de su prolífica carrera, es tan luminosa en su fotografía como nihilista y oscura en su temática: la suerte, por mucho que queramos negarlo, tiene una función determinante en nuestras vidas. Esta es la tesis que se elige y aplica a una situación y personajes que para cualquier seguidor del director neoyorquino será familiar: el triángulo amoroso.
            Aquí hay gente con dinero, hay escritores, hay bares y lugares bellos por los que los personajes pasean, hay cierto humor malsano (esos trenecitos de juguete), hay muerte... y sobre todo, hay talento para contar una historia sin coartadas morales. Así, la belleza plástica que genera Vittorio Storaro, mítico director de fotografía, se une y genera contraste con el talento de Allen para escribir y componer escenas memorables. El arranque por ejemplo, rodado en un plano secuencia que ya nos muestra uno de los temas, la casualidad: esa mujer joven y casada que en un paseo cotidiano por las calles de París se encuentra con un antiguo compañero de instituto que, secretamente, siempre estuvo enamorado de ella. No es difícil imaginar qué va a suceder a continuación.
            Uno tiene la sensación de que, a estas alturas, Woody Allen se puede permitir una mirada distante con su propia historia: nos la embellece al máximo, como si fuera una comedia romántica, y es en esa textura luminosa y saturada, propia de un París idealizado fotográficamente, donde se dispone a ofrecernos una mirada turbia hacia este triángulo amoroso. Pero ni siquiera lo turbio va acompañado de lo siniestro, en forma de música inquietante u oscuridad: aquí el mal y el bien transitan de la mano bajo el mismo sol, la misma música y la misma normalidad. Y es por esa normalidad, por muy terrorífica que sea, donde transita el azar, caprichoso e inevitable, capaz de provocar bifurcaciones inesperadas, como esa primera escena a la que hacíamos referencia, y dando lugar a consecuencias macabras: el asesinato y desaparición del joven escritor y la posterior trama donde parece que la madre de la protagonista va a correr la misma suerte... hasta que el azar, de nuevo, irrumpe con sus largas y afiladas garras.
            Pase lo que pase, el mundo sigue girando, el sol sigue saliendo y la luz se perfila hermosa sobre París. Al final queda la pasión, sin duda, aunque sea por las máquinas y vagones de un tren de juguete como disfrute de un adulto millonario. Aquí Allen nos ofrece su versión de ese tren con la forma de una película que normaliza el crimen y el azar a través de la belleza, quizá nuestro último consuelo: puede que haya muerte, pero eso no nos arrebata la luminosidad del mundo... al menos mientras el director de fotografía sea Vittorio Storaro.
            Para el espectador que ama el cine es un auténtico golpe de suerte encontrarse con las películas de estos dos maestros en salas de cine, porque a su conclusión dan ganas de cerrar los ojos y recrear en la cabeza las historias que acabas de disfrutar, pensar y reflexionar sobre ellas, lo que cuentan y cómo lo cuentan, historias creadas por octogenarios que desafían el paso del tiempo y siguen haciendo lo mismo que hace medio siglo: dignificar el cine, hacer de él un arte y provocar emoción y reflexión en el espectador. 


lunes, 14 de agosto de 2023

miércoles, 19 de abril de 2023

Nueva reseña sobre "El sintonizador"

Más de un año después de su publicación, "El sintonizador" (Algaida, 2022) continúa conectando con lectores y, en este caso, con Sergibooks, que acaba de publicar una reseña de la novela. Muchas gracias. Y por aquí la comparto:


BOOK-TRÁILER




domingo, 13 de marzo de 2022

EL MUNDO ES VUESTRO (2022, Alfonso Sánchez)

 

Hay una sensación maravillosa que, a veces, se produce en el interior de una sala de cine, y es cuando el metraje de la película comienza a proyectarse sobre la gran pantalla y, tras sus primeros minutos, descubres que no te has equivocado, que has elegido sabiamente entre la diversa oferta audiovisual. En realidad, esto no deja de ser una reformulación de lo que ya afirmaba el productor y director de cine estadounidense Cecil B. DeMille cuando decía eso de que una película debía empezar con un terremoto y después ir hacia arriba, entendiendo que ese terremoto pueda ser un personaje interesante, una escena potente, una situación memorable, un diálogo eléctrico, un anticipo inteligente de lo que está por venir... algo que, en definitiva, capte nuestro interés como espectadores; y no necesariamente, como vemos, el tipo de terremotos con los que suelen empezar las películas de James Bond, Indiana Jones o la saga "Misión imposible".

            Esa es la misma sensación que uno tiene con los primeros minutos de "El mundo es vuestro", la nueva película de Alfonso Sánchez que, a lo largo de su poco más de hora y media de duración, retoma personajes de sobra conocidos (esos compadres a los que el propio Sánchez y Alberto López dan vida con la naturalidad y frescura habituales), añade otros nuevos al reparto y algunos más que, siéndolo, son, sin embargo, muy, muy familiares. El gran acierto de este prólogo reside en la contención, la subversión de roles y expectativas, y, claro, en la extraña empatía entre el protagonista y el agente al que da vida un brillante Antonio de la Torre. Este es, pues, el excelente punto de partida que después nos conduce al espacio donde se va a desarrollar la práctica totalidad del metraje, en lo que parece una concurrida hacienda donde se reúnen lo más poderoso, tradicional, revolucionario y casposo del país, y donde surgirán oportunidades de negocios con grandes inversores detrás; lo de la ocupación de la España vaciada, con China de por medio, antológico, así como esa cacería absolutamente memorable en la que los políticos charlan de sus cosas... cosas que, en el fondo son las nuestras... pero que siempre, como comprobamos, serán solo suyas.

            Así, la política está presente de una manera corrosiva e inteligente, crítica y lúdica, con un sano espíritu de repartir a diestro y siniestro, lo que haría de esta una película muy recomendable para ser proyectado en el Congreso de los Diputados; creo que todos pagaríamos por ver las reacciones de sus señorías mientras, camufladas en la sana oscuridad de una buena sala de cine, contemplan figuras similares a las suyas en conversaciones que, probablemente, de un modo u otro, resuenen en sus cabezas.

            Pero más presente, y con el eco aún cercano del centenario de su nacimiento celebrado en 2021, es el espíritu del mítico director de cine Luis García Berlanga, para nada disimulado (¿por qué habría de serlo?), y que aquí se muestra ágil y, por momentos, exuberante, con planos secuencia que son auténticos tour de force y provocan admiración desde el lado de la contemplación objetiva y analítica, y honesta diversión desde la butaca del espectador. Hay otros referentes obvios que se adaptan a nuestra propia situación como país en estos tiempos: ahí están, para su disfrute, momentos muy Monty Python y guiños claros al cine de Quentin Tarantino o al propio spaguetti wéstern.

            He leído, o tal vez escuchado, que esta película está diseñada para cerrar una denominada trilogía del enterismo que comenzó con "El mundo es nuestro" (2012), continuó con "El mundo es suyo" (2018) y ahora parece concluir. Tal vez sea esa la intención, pero el cine es imagen y la imagen no miente; después de todo, no se cierra la historia con los héroes alejándose, cabalgando hacia la puesta de sol, como final bello y definitivo a una historia (aunque tampoco del todo concluyente... ¿acaso no recuerdan el último plano de "Indiana Jones y la última cruzada"?). Aquí los personajes principales no se alejan del espectador, sino que se acercan, caminan hacia la cámara (o hacia la pantalla), y se acercan tanto que acaban sobrepasándola, dejándonos sin ver hacia dónde van pero también con ganas de girar la cabeza y seguir con la mirada el destino de su próxima aventura.

            "El mundo es vuestro" es una muestra de cine con clara vocación comercial, que busca la comedia desde diferentes ángulos y se apoya en el trabajo actoral donde, más allá de unos protagonistas que ya conocemos y con los que disfrutamos, brillan esos secundarios (siempre tan imprescindibles) que, ya sea con mayor o menor presencia en pantalla, aparecen dibujados con cariño y como parte fundamental de esta película (deslumbran, particularmente, Carmen Canivell, Teresa Arbolí o Carlos Olalla, por citar tres), una obra que encuentra con facilidad algo tan difícil como el tono adecuado (gracias, por ejemplo, a la música de Juan Cantón o la fotografía de Alejandro Espadero) y que es muchas más cosas, pero, sobre todo, una muestra de buen cine, a contracorriente, osado y cinéfilo, una tormenta perfecta de Berlanga, los Monty Python y Tarantino en la España de 2022.

martes, 11 de mayo de 2021

Those who wish me dead (Taylor Sheridan, 2021)

Hay películas que no acaban de funcionar aunque parecen tener todos los elementos para ello: a veces puede ser una cuestión de guion, de montaje o, incluso, de duración. Todo esto parece suceder en "Aquellos que desean mi muerte", nueva película de Taylor Sheridan: la historia se hubiera beneficiado de una extensión mayor (quizá una miniserie para HBO), y así, por ejemplo, desarrollar personajes que apenas aparecen apuntados, como esos dos asesinos que encarnan Aidan Gillen y Nicholas Hault; el montaje en la primera parte de la película es apresurado, donde se suceden las acciones de manera demasiado evidente y previsible; y el guion carece de sutilidad, no permite que las potentes imágenes de los paisajes naturales (tan características del cine de Sheridan) hablen por sí mismas. Del resto de secundarios, salvo alguna excepción, indicar que pasan por el metraje sin tiempo de aportar otra cosa que no sea mera funcionalidad. Angelina Jolie cumple como protagonista de una película fallida, sí, pero muy interesante de ver, de analizar, con alguna secuencia magnífica, como el asalto de los dos asesinos a la casa de la pareja que forman Medina Senghore y Jon Bernthal. Taylor Sheridan es autor de guiones estupendos ("Comanchería", "Sicario") y ha dirigido películas magníficas ("Wind River"), donde la naturaleza cobra siempre protagonismo, una naturaleza que no tiene piedad con buenos ni malos, purificadora pero implacable. En algún lugar de "Aquellos que desean mi muerte" había una gran película que, intuyo, ha quedado oculta por el humo y las llamas de algún fuego creativo y/o de producción también implacable.

viernes, 12 de febrero de 2021

La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983)

Nubes. Aceleradas. Menciones a “The Motorcycle Boy Reigns”. Y después entras en un bar junto a Lawrence Fishbourne (aquí todavía Larry). Allí juega al billar Matt Dillon (el Matt Dillon de 1983), y junto a él van apareciendo, progresivamente, un Nicolas Cage con tupé a lo Elvis y uno de los hermanos Penn (el de “Reservoir Dogs”, no el ex de Charlize Theron). El camarero, ojo, Tom Waits (con algún momento de gloria, habría que señalar). Todos del glorioso año 1983. Y todo, absolutamente todo, en aún más glorioso blanco y negro. ¿No es bastante? No hay problema, porque aún falta lo mejor, claro, porque aún falta que aparezca el mismísimo The Motorcycle Boy: un místico y épico Mickey Rourke, entonces en su mejor época (en la década que nos trajo las también maravillosas “Year of the Dragon” y “Angel’s Heart”). Esta película de Coppola es una exhibición de talento (con esos ángulos expresivos reforzados por el blanco y negro), amor al cine como medio para contar una historia (una variedad en la planificación que va de planos fijos, planos con cámara al hombro, primerísimos planos, traveling, uso del blanco y negro y el color, etc.; y, lo más importante, todo justificado) y el deseo de contar de manera personal una obra de otra autora (S. E. Hinton). ¿La banda sonora? De un tal Stewart Copeland (¿recuerdan The Police?). Añadan a ese reparto a Diane Lane (la chica, claro) y un breve (pero brillante) Dennis Hopper como el padre (muy borracho) de esos dos hermanos (escena memorable de reencuentro, por cierto, entre patética y entrañable, de esa familia desestructurada). Todo en “La ley de la calle” (“Rumble Fish”, en el original) es mágico: es cine de talento, personal, universal y, casi me atrevería a decir, irrepetible. Antes de fundir a negro, la película nos ofrece un bellísimo plano fijo y, superpuesto, aparece el crédito del director, Francis Ford Coppola, que se la dedica a su hermano mayor; otros parientes aparecen en producción, en el reparto vemos al sobrino de secundario (Nicolas Cage) y a la propia hija (Sofia Coppola, de niña). La familia, como siempre, que diría el mismísimo Vito Corleone. Y, como sucede con cierta frecuencia en la obra de Coppola, magistral esta "Rumble Fish". Larga vida al chico de la moto.





 

viernes, 5 de junio de 2020

Póker de CINE (8)


Hay películas que no son películas; o, mejor dicho, son películas que recogen un trozo de de vida de la mejor manera posible: plagadas de verosimilitud. Es lo que hace "El amigo de mi hermana", una obra que comienza de manera más o menos convencional, pero que rápidamente te atrapa por su guion, sus actores y la maravillosa forma de dirigirlos de Lynn Shelton. Inteligente, romántica, lúcida, ingeniosa y con humor, esta es una historia que te recuerda que el talento no necesita de un presupuesto astronómico (ni siquiera mediano... o pequeño), sino de la propia habilidad y entusiasmo de sus creadores. Lo mejor del cine indie americano que recuerdo haber visto en años.


No todo va a ser Clouzot, Berlanga y Ford; "WYRMWOOD: la carretera de los muertos", dirigida por Kiah Roache-Turner, es una vibrante película australiana de ritmo frenético, bañada en humor y sangre, y que, además, cuenta con un Mad Doctor capaz de conseguir logros impensables. Imagino que cuando se vio en el Midnight X-Treme de Sitges en 2014 provocaría atronadores aplausos y sonoras carcajadas. Muy divertida. 

                                                

Menudo thriller turbio y potente se han marcado desde Francia, con dos actores tan opuestos como aquí perfectos en sus roles: Vincent Cassel haciendo de alcohólico y amoral inspector, y Romain Duris de apocado profesor con manifiesta curiosidad para comentar las tragedias que suceden en su edificio. Película tenebrosa que, hábilmente, permite respirar a los personajes, con un guion que se reserva algún as en la manga y una dirección sobria que, lejos de restar poder a la trama, la refuerza hasta dejar huella una vez vista. Parece difícil imaginar a cualquier otro en el papel de Cassel, pero fue el último en llegar a la fiesta: Gerard Depardieu era el elegido, pero su hospitalización le obligó a abandonar la película.


Es difícil resistirse al encanto de una película como "La leyenda de la casa del infierno" y su atractiva propuesta: un grupo de especialistas va a una siniestra mansión para demostrar la existencia del Más Allá. Recordemos, además, que la novela en la que se basa es del gran Richard Matheson (también en labores de guionista) y que esta es probablemente la mejor película de su director, John Hough, aquí particularmente empeñado en usar (casi siempre con acierto) unos angulares capaces de deformar la realidad hasta un punto ciertamente inquietante, pero adecuado dada la temática de la historia. A destacar en el reparto, Clive Revill como el doctor Barrett, Roddy McDowall como Fisher, el médium físico, y Pamela Franklin como la médium psíquica. Así pues, prepárense para un viaje de casas encantadas y fantasmas, con un cameo final que agradecerán los seguidores de "Horror of Dracula", la obra maestra de Terence Fisher.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Póker de CINE (7)


Desde el inusual planteamiento, uno se da cuenta de que está viendo una película potente que también sorprende en su desarrollo y, por supuesto, desenlace; incluso, con ese joven alumno aventajado que cierra la película, con la habilidad de comunicarse con, digamos, distintos perfiles del más allá. Cautivadora, tanto como la mirada de Simon Signoret, y apasionante hasta su clímax final, que, imagino, en 1955 provocaría verdadero terror. Hoy lo sigue evocando. Gran Clouzot.


Quizá le sobre metraje, quizá sea una película fuera de su época y quizá sea el aviso de que a Wilder le quedaban pocas balas en la recámara (tres, sin ir más lejos); pero me parecen una delicia sus casi dos horas y media de duración, la veo tan vigente entonces como hoy (¿acaso el talento tiene fecha de caducidad?) y, sí, solo quedaban tres películas en la filmografía de Billy Wilder, la siguiente a esta la gran "Primera plana" (¿hay más preguntas, señoría?). Jack Lemmon tiene uno de esos papeles que parece nacido para interpretar (ganó el Globo de Oro), y los diálogos y escenas de Wilder/Diamond, sobre la obra de Samuel A. Taylor, brillan. No me olvido de ese director de hotel con solución para todo (y familia que le ayude), Clive Revill, y, claro, Juliet Mills, también nominada al Globo de Oro por esta magnífica película. Y para la Historia del Cine queda la traducción del título que se hizo en nuestro país: del original y escueto "Avanti!" pasó a llamarse "¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?". El infinito ingenio de los distribuidores de la época.


Angustiosa, claustrofóbica, tensa, brillante y única, "El salario del miedo" da, básicamente, miedo de lo buena que es: ese arranque que te hace sentir el calor y la miseria de los personajes (en español, francés e inglés, como se puede apreciar en la versión original), el trayecto mortal en esos dos camiones durante el tramo principal de la película, la inquietante evolución de los personajes, el desenlace, con la música de Johan Strauss de fondo, tan espeluznante como inolvidable. Obra maestra de H.G. Clouzot, con unos magníficos Yves Montand y Charles Vanel encabezando el reparto, que se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año 53. 


Menuda dirección se marca John Frankenheimer en "Plan diabólico" (mucho más interesante, y con mayor carga, su título en el original, "Seconds"): la primera media hora te agarra del cuello a través de una (espectacular) fotografía en blanco y negro y nos pone en las suelas de ese protagonista que recibe la llamada de un amigo muerto. Decir más, sería un crimen. Pero no me resisto a comentar algunas cosas: la secuencia de los títulos iniciales corre a cargo de un tal Saul Bass, la banda sonora está compuesta por un tal Jerry Goldsmith y está protagonizada por un señor llamado Rock Hudson, aquí a años luz de aquellas comedias con Doris Day, y que, por cierto, no aparece en pantalla hasta superados los treinta minutos de proyección. Turbia, siniestra, terrorífica y con breve papel para Murray Hamilton, que una década después interpretaría al odioso alcalde de Amity Island en "Tiburón". Estuvo entre las candidatas a Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1966. Magnífica.

domingo, 3 de mayo de 2020

Póker de CINE (6)


De esas películas que hoy no se podrían hacer, y que sería muy difícil adaptar al momento actual. Hay muchas cosas apasionantes en "El carnicero", de Claude Chabrol, pero me quedo con el personaje de la maestra de escuela y sus decisiones (o no decisiones), y el tramo final, donde uno comprueba lo maravilloso de lo inesperado y que, en realidad, no ha estado viendo en ningún caso cine de terror (aunque haya algún momento realmente terrorífico). La cotidianidad del pequeño pueblo, la boda con la que arranca la historia (de una realidad que parece perdida en el cine), los paseos y charlas en plano secuencia y, cómo no, ese carnicero diestro en su oficio (y con cierta afición por perfeccionarlo en su tiempo libre) hacen de esta película, aparentemente pequeña, una auténtica joya. Y, antológico y memorable, ese BESO de Stéphane Audran a su carnicero. Como sus interpretaciones.


Una bestialidad que queda perfectamente definida en su primer plano, una vista panorámica de 360 grados: asfixiante, despiadada, pesadillesca, inevitable. Qué películas se marcaban en los 70. Donald Pleasance tiene poco metraje, pero espectacular. La caza de canguros, sobrecogedora. Ese universo descrito en "Despertar en el infierno", terrorífico. Si se atreven, búsquenla.


Mel Gibson es un hábil y certero director, como ha demostrado en trabajos previos y posteriores, pero me quedo con "Apocalypto", su mejor película, una vibrante aventura que te atrapa y casi ni te permite pestañear, al tiempo que ofrece imágenes que forman un juego de espejos que llega a su cúspide en el tramo final, donde hay cierto plano, revelador, entre sorprendente e inquietante (alucinógeno, imagino, para los personajes de la película) que es para levantarse y aplaudir... al tiempo que hace tragar saliva al espectador. Magnífica.


Se podrían comentar muchas cosas de "Los ojos sin rostro" -cómo se mueve entre el drama, el terror o el thriller, por ejemplo-, pero me quedo con dos aspectos que me parecen extraordinarios: el plano final, lleno de poesía, que le da un sentido aún mayor a todo lo que hemos visto anteriormente, y la estupenda banda sonora de Maurice Jarre, desde ese arranque donde vemos a Alida Valli conduciendo el coche para transportar cierta mercancía macabra. Magnífica. 



viernes, 17 de abril de 2020

Póker de CINE (5)


Me gustan las películas donde los personajes están vivos; es decir, donde la historia y el director permiten que se desenvuelvan en pantalla como si cada uno de ellos fuese real. Esto, claro, da lugar a largas escenas donde los personajes aparentemente no hacen nada importante... pero en realidad lo hacen (y dicen) todo. Es el acaso de "Dragged across concrete", el nuevo peliculón que se ha marcado S. Craig Zahler (y digo nuevo, porque sus dos anteriores largos son "Brawl in cell block 99" y "Bone Tomahawk"), en este caso con un cast encabezado por unos sólidos Mel Gibson, Vince Vaughn y Tory Kittles, pero también con apariciones estelares de Don Johnson, Laurie Holden, Udo Kier, Thomas Kretchsmann o Jennifer Carpenter (espectacular lo que hace este actriz en muy poco metraje). Policíaco seco, duro, despiadado, violento y con algo de humor malsano (ese gore inconfundible, marca de la casa), la película te atrapa por el tratamiento pausado de los personajes, la exploración en sus motivaciones y la continua sensación de que cada escena importa, cada línea de diálogo, cada fotograma. Decía al comenzar estas breves líneas que era la "nueva" película de Craig Zahler, pero en realidad es del año 2018, estuvo en los festivales de Venecia y Sitges y, sorpresa, no se llegó a estrenar en nuestro país ni distribuir en DVD o Blu-Ray. Inexplicable. Magnífica película.


Es obvio señalar el hecho de que aunque una película tenga como fecha de producción el año 1942 (o anterior) no tiene por qué equivaler a una obra anacrónica, anticuada o aburrida; al contrario, puede ser vibrante, moderna (en el mejor sentido posible) e ingeniosa. Es el caso de "El asesino vive en el 21", largometraje francés dirigido por H.G. Clouzot, en glorioso blanco y negro, y con innegable inventiva visual y frenético ritmo en sus hábiles diálogos. Planteado como un "whodunit", tenemos, pues, que averiguar la identidad del responsable de una serie de asesinatos que, además, tiene el descaro de dejar una tarjeta de visita sobre sus víctimas. Ir más allá en el comentario sobre su resolución sería entrar en el terreno fangoso y temido del spoiler; baste señalar que tanto la parte investigadora como la culpable se desenvuelven, ante todo, con admirable elegancia y educación. Magnífica película de la que me quedo con el primer crimen que vemos en pantalla, un inquietante plano subjetivo de alguien que avanza, inexorable, hasta que finalmente acaba por completar esa ejecución macabra. 


Cumple con las reglas de una película de este tipo: plantea un prólogo impactante con alguna relación con la trama principal, nos ofrece una presentación de los personajes principales en un ambiente seguro, sin pérdida de tiempo entramos en esa excursión que será el centro de la historia y, una vez alcanzado el destino previsto, en el tablero principal de la película, empiezan a pasar cosas malas, originales y espeluznantes... hasta llegar a un final con epílogo que prolonga la historia. "Las ruinas", dirigida por Carter Smith, y con guion de Scott B. Smith (basado en su propia novela, también muy entretenida y con mayor espacio para comprender mejor a los personajes), es un largometraje bien ejecutado, angustioso cuando tiene que serlo, y con un par de momentos que lo sitúan por encima de la media. Por cierto, Scott B. Smith también es el guionista (también basado en su propia novela) de la mejor película de Sam Raimi: la magistral "Un plan sencillo". Si quieren comprobar lo saludable que es, en estas semanas de confinamiento, permanecer en nuestras casas, pueden ver lo que les sucede a los chicos viajeros de "Las ruinas".


Hay varias cosas que podemos concluir después de ver "Terror ciego" (UK, 1971): primero, que Mia Farrow en esa época era capaz de seducir e hipnotizar a la cámara como pocos, y soportar sobre sus hombros el peso de una película; segundo, que Richard Fleischer es mucho mejor director de lo que se suele comentar (aparte de sus obras más conocidas, como "Los vikingos" o "20.000 leguas de viajo submarino", tiene otras magníficas en su extensa filmografía); y tercero, que Elmer Bernstein se luce en la estupenda banda sonora desde su inicio, cuando seguimos las botas de cowboy de ese despiadado asesino (y esto le permite componer una música que, por momentos, nos lleva al mundo del wéstern). Estupenda película a la que es mejor entrar sin saber nada.



jueves, 9 de abril de 2020

Póker de CINE (4)


Imposible verla hoy con los ojos tranquilos de su estreno, cuando todos parecíamos a salvo de algo así, pero "Contagio" sigue siendo sólida, fría, coral y despiadada, con dos elementos que unen sus historias y fotogramas: el propio virus, más letal que el que ahora ha cambiado nuestras vidas, y la música conductora de Cliff Martínez, tan eléctrica y martilleante como hipnótica y adictiva (inevitable pensar en su trabajo para la excelente serie "The Knick", también de Steven Soderbergh). Y sí, como no podía ser de otra manera, sobrecogen los paralelismos con todo lo que sucede ahora. Si aún no la han visto, la tienen en HBO. Curioso lo que escuché el otro día a J.A. Bayona en televisión, donde comentaba que, al parecer, se ha cambiado el género de la película en IMDB: de ciencia-ficción ha pasado a drama. Lógico.


Que "Domino" (Dinamarca, 2019) es una película fallida y con diversos problemas es algo que el propio director, Brian De Palma, ha deslizado por ahí en alguna entrevista, resultado, tal vez, de los aireados problemas de producción (que, por cierto, trajeron su rodaje a Andalucía). Pero no vamos a hablar de eso aquí, sino de esa escena, ESE plano, que, de repente, te recuerda que hay un tipo ahí fuera (De Palma) con un enorme talento visual y que hace años fue desterrado por Hollywood. En un momento dado de este thriller (donde, por cierto, Guy Pearce parece disfrutar en cada escena), su protagonista abandona el dormitorio y deja a su novia en la cama. Todo es un único plano picado que parte de plano general, donde observamos el tira y afloja de la pareja (él tiene que ir a trabajar, y ella quiere que él se quede), en una escena que parece intrascendente; sin embargo, un zoom lento (creo recordar) nos aproxima a la escena, la chica queda fuera de campo y nuestro protagonista, un agente de la ley, también termina haciéndolo. El plano se va cerrando poco a poco hasta que, finalmente, se queda en el detalle de la pistola que Nikolaj Coster-Valdau (el Jaime Lannister de "Juego de Tronos") olvida. Aquí tenemos, pues, a un director jugando con el espectador y diciéndole: "Prepárate, que si te muestro esto no es por capricho, sino porque va a tener una función fundamental en la trama". Al final de la película hay otra secuencia en una plaza de toros de Almería donde De Palma crea (o, más bien, quiere crear) una de sus grandes set-pieces; por momentos, lo logra, pero uno tiene la inevitable sensación de que la falta de presupuesto se nota e impide que encuentre la grandeza que, sin duda, apunta en varios momentos. Película curiosa con reparto internacional (y muy de "Juego de Tronos"; además del ya apuntado Coster-Valdau, está Carice Van Houten), fotografía de José Luis Alcaide y música de Pino Donaggio. Solo por los momentos comentados, merece la pena.


Hay películas que, desde su primer plano, sugieren que vamos a presenciar una buena obra de ficción. Es el caso de "Ha llegado un inspector" (1954, UK), en la que tenemos un inicio con plano fijo de una mesa y sus cinco integrantes, sin que veamos sus rostros. Parecería como si, de esta manera, se dispusieran las piezas de un juego de mesa... piezas que, por supuesto, aún no conocemos (y ya deseamos conocer). Hay muchas cosas destacables en esta película en glorioso blanco y negro: el guion de Desmond Davis (décadas después director de la ochentera "Furia de titanes") sobre la obra de teatro del dramaturgo y novelista J.B. Priestley; la sólida dirección de Guy Hamilton (que terminaría dirigiendo varias entregas de la saga del mítico James Bond), con una planificación que aprovecha el espacio reducido en el que se desarrolla la mayor parte de la trama; o, claro, el protagonismo de ese inspector que llega al que da vida de manera brillante Alastair Sim (su irrupción en escena, por ejemplo, es tan brusca como sorprendente e inolvidable). Planteado como un "whodunit", el largometraje bucea después en aspectos más ambiciosos: las consecuencias de nuestros actos en las vidas de los demás, por muy leves o intrascendentes que nos parezcan, la escasa capacidad de aprendizaje del ser humano o su dificultad para empatizar con situaciones completamente diferentes a las que cada uno vive. El estreno de la obra de teatro original en suelo inglés fue en 1946, y contó en su reparto con Ralph Richardson, como ese inspector que llega, y Alec Guinness en el papel de Eric, el hijo de la familia que esconde algo en su pasado de vital importante para la trama. Una de las múltiples versiones montadas en España fue la emitida por Estudio 1 (TVE) en 1973, y en cuyo plantel se encontraba Narciso Ibáñez Menta.


Menuda exhibición actoral hace Richard Attenborough en "El estrangulador de Rillington Place" (UK, 1971): desde el mismo comienzo, con esos ojos grandes y azulados que se vislumbran tras la ventana de su casa, y hasta su conclusión (con un espeluznante plano en el que se congela su rostro en primerísimo término), uno pensaría que, ante tal portento, el resto del reparto quedaría ensombrecido. Pero, ah, entonces aparece un joven John Hurt que borda un personaje analfabeto, de pocas luces y fácilmente manipulable. Y dejándolos moverse y respirar, el director Richard Fleischer cambia el registro más tradicional y festivo de otras obras, y aquí se pone serio, realista, para convertirse en un gélido y distante observador de los macabros hechos que se suceden, con un planificación que potencia ese "Basado en hechos reales" con el que abre el largometraje. Menuda pieza para arrancar la década de los 70, tan despiadada como realista, tan brillante en su planificación como angustiosa en su desarrollo. Estupenda.




martes, 31 de marzo de 2020

Póker de CINE (3)


Ver en 2020 "Impacto", un largometraje de 1981 (la traducción al español de "Blow out" nos impide la referencia a "Blow up" de Antonioni), es la constatación de un cine que ya no se hace: es un thriller, sí, pero se toma su tiempo para presentar y desarrollar personajes (un Travolta condenado desde el comienzo a encontrar el grito perfecto para esa low budget movie en la que trabaja), y es una película de Brian De Palma, esto es, un señor capaz de darle protagonismo a lo audiovisual por encima de cualquier cosa. Hay escenas y momentos memorables: la conclusión, que no revelaremos aquí para evitar el temido destripe; Travolta comprobando en su oficina que alguien ha husmeado en su material, con una secuencia mareantemente brillante; esos planos detalle y generales enfocados en el mismo encuadre; la cámara lenta con la música de Pino Donaggio a toda máquina; los planos cenitales, justificados e hipnotizantes; los trávelin circulares... ¿En definitiva? El talento de la técnica y el manierismo audiovisual al servicio de una buena historia donde un técnico de sonido cree descubrir un asesinato. Además del propio Travolta, muy alejado aquí de su explosiva irrupción bailonga y musical pocos años antes en el mundo del cine, también destacan Nancy Allen, que venía de trabajar con el propio De Palma en "Vestida para matar" y, de manera más breve, dos secundarios siempre inmensos: Dennis Franz y John Lightgow.


Nos ha dejado Stuart Gordon, el director de esta pequeña joya macabra de los 80, rodada exclusivamente en interiores y con secuencias memorables (de humor y terror), desde los créditos que parodian sin tapujos la banda sonora de "Psicosis" hasta el cierre con ese líquido verde en jeringuilla dispuesto a... reanimar, claro. Llegó a trabajar con David Mamet en un montaje de "Sexual Perversity in Chicago" y fue director en la serie de televisión "Masters of Horror" de Mick Garris. Tuve ocasión de asistir a una master class suya en Sitges hace años. Divertida y estimulante. Buen tipo.


Película que demuestra lo saludable que es quedarnos en casa en estos tiempos, frente a la imprudencia de salir al exterior. En el ámbito cinematográfico, la estructura es el músculo que da fuerza a este largometraje australiano escrito y dirigido por Damien Power; también la dosificación de información, el montaje de escenas, que provoca preguntas y genera interés, y, finalmente, el conflicto inesperado, aunque natural, entre los personajes principales. Obra que demuestra que siempre hay una nueva forma de aproximarse a una historia mil veces contada; se disfrutó (y sufrió, según se mire) en festivales como Sundance o Sitges.


Las películas de Sherlock Holmes con Basil Rathbone y Nigel Bruce son una delicia; más allá de si son mejores o peores, tienen un encanto derivado del blanco y negro, los decorados y las tramas (más o menos inocentes). "Sherlock Holmes en Washington", dirigida por Roy William Neill en 1943 y quinta de las catorce que componen esta saga, lleva al mítico detective a América, tal y como subrayaba la publicidad de la época, y, entre otras cosas, demuestra que tan solo unas cerillas son capaces de mover la historia hasta un final de lo más satisfactorio, que, por cierto, incluye una escena en coche, con entrañable transparencia del Capitolio de Washington, donde Holmes recita unas palabras del mismísimo Winston Churchill. Estábamos en plena Segunda Guerra Mundial.