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jueves, 28 de noviembre de 2013

Premio de Novela Corta

Ya me comunicaron la noticia hace unos días y hoy, finalmente, se ha hecho pública, así que muy contento y agradecido al jurado por el premio otorgado a una novela que experimenta y arriesga dentro del género. Aquí dejo la nota de prensa:

LA NUEVA ESPAÑA - 28 noviembre 2013

"El escritor sevillano José Luis Ordóñez Fernández ha sido el ganador del I Premio de novela corta de terror e historias fantásticas "Casa de Cultura Marta Portal", convocado por el Ayuntamiento de Nava, gracias a su obra "La fantástica historia del vigilante y el prisionero". Concurrieron más cien trabajos. Los miembros del jurado destacan que el autor "introduce al lector en la historia de forma hábil y sorprendente" y definen la novela como "un divertimento intenso y de lectura muy adictiva". El premio consiste en la publicación de la obra y una compensación económica por derechos de autoría de esta primera edición de 600 euros. El premiado tiene ya varias publicaciones, informa M. M."


 

jueves, 31 de octubre de 2013

CORAZÓN CRUDO

Es buen momento la llegada de Halloween para anunciar la publicación de "CRUDO", mi nueva novela de terror, integrada en el volumen "Corazón Crudo", publicado por Editorial El Sendero. Más información sobre la obra en la página de Facebook.



Aquí os dejo la SINOPSIS:

"Cuatro jóvenes urbanos que disfrutan de sus vacaciones de verano deciden ir de excursión a la Ribeira Sacra. Al atardecer se adentran en el bosque porque han escuchado que hay una anciana que vive sola en la montaña, y ellos piensan que puede ser interesante hacer una visita a la vieja señora. Pero lo que no imaginan es que algo ancestral y crudo se esconde en las cercanías".

Y el TRÁILER.






lunes, 19 de agosto de 2013

ENTREVISTA LITERARIA

Comparto en el blog la entrevista que me han hecho para el periódico "La Nueva Ruta del Empleo" y que hoy se publica, donde hablo de mis novelas Lo macabro del amor (terror) y Madera podrida con un clavo oxidado (novela negra). 





sábado, 10 de agosto de 2013

LECTURAS MACABRAS (III)


Prosiguiendo con el sendero abierto por la primera entrega de Lecturas Macabras, hoy comentamos brevemente tres novelas que tuve ocasión de leer hace cierto tiempo, siempre bajo un punto de vista absolutamente parcial y un recuerdo erosionado por el paso de los meses.



Snuff de Chuck Palahniuk nos ofrece una poco sutil narración sobre el intento de conseguir un aberrante récord mundial por parte de la reina del porno Cassie Wright, que tratará de practicar sexo con la nada modesta cifra de seiscientos hombres. Con este arranque, el punto de vista bascula entre tres de estos aspirantes a formar parte de la dudosa hazaña —los señores 72, 137 y 600— y Sheila, fiel ayudante de Cassie, siendo a través de ellos cómo vemos los prolegómenos y desarrollo de tan inquietante acto. Snuff, como uno ya podía intuir, tiene una previsible tendencia al exceso, siendo eso al mismo tiempo su virtud y su perdición. Del mismo modo que podemos admirar las perturbadoras descripciones de Palahniuk, con las que nos hace estar presentes en ese decadente y enfermizo cuadro a través de pequeños detalles cotidianos, tendríamos que penalizar su tendencia a la repetición inane, que termina debilitando lo que podría haber sido, en su justa medida, un muy buen relato.



Elsewhere de William Peter Blatty, autor de El exorcista, la podemos encontrar en una magnífica edición a cargo de Alberto Santos Editor con ilustraciones interiores de Alex McVey. Aquí nos movemos en un terreno más clásico, donde se forma un pequeño grupo de personas que termina dando con sus huesos en la casa de da título a la novela. Si bien la primera mitad se lee con agrado, en parte porque en cierto modo puede fácilmente recordar a obras muy superiores dentro del género como Hell House de Richard Matheson, en su segundo tramo uno se siente algo frustrado por tener que padecer un desenlace que se antoja demasiado fácil, y que, en mi opinión, no termina de estar a la altura del arranque de una historia, que, en cualquier caso, se beneficia de su buen ritmo y algunos giros interesantes.


Hellraiser de Clive Barker sorprende, en una primera lectura, por la simplicidad de su planteamiento. Uno lleva escuchando hablar muchos años de Hellraiser, de su autor, de la película, y tiene bastante nítidas las imágenes macabras que se han popularizado a través de su adaptación al cine, dirigida, por cierto, por el propio Barker. "Tu depravación más querida no es más que un juego de niños al lado de las experiencias que ofrecemos", se dice en la primera página de la novela, y eso es suficiente para sumergirnos en un universo diferente, macabro, tentador, del que se desprenden personajes con nombres tan atractivos y sugerentes como los teólogos de la Orden de la Hendidura. Uno termina la lectura de Hellraiser satisfecho, por su aparente simplicidad, su buceo en las debilidades humanas, hipnotizado por el nuevo mundo descrito de sensaciones y extraños placeres, y finalmente se comprende que la novela le haya dado una carrera a Barker.

Y tras la ronda de lecturas, mañana hablaré de Pacific Rim.


©José Luis Ordóñez, agosto 2013

domingo, 4 de agosto de 2013

LECTURAS MACABRAS


Llueve. Es de noche. Conduces. Te deslumbran los coches que vienen de frente y estás cansada. La inquietud anida en tu cuerpo y te hace pensar que todo va a salir mal. Si te quedas dormida podrías tener un accidente y entonces descubrirse lo de tu robo. Cuarenta mil dólares. Mierda. Pero entonces, a través del parabrisas empapado de agua, ves las luces salvadoras: Bates Motel.



De verdad, ¿alguien puede no tener curiosidad por saber qué fue de Norman Bates después de ingresar en el psiquiátrico? El recuerdo de la obra maestra de Alfred Hitchcock es tan poderoso que ha eclipsado por completo el sustrato literario en el que se basa, haciendo olvidar al autor de la novela, Robert Bloch, y a gran parte de su obra, de la que hasta hace poco no había demasiadas traducciones.



Antes de centrarnos en la novela que justifica este post, no está de más recordar la saga cinematográfica que ha seguido el personaje de Norman Bates. Como cualquier cinéfilo (o no) recordará, todo arranca con Alfred Hitchcock, Anthony Perkins, Saul Bass y, claro, Bernard Herrmann, todos ellos encargados de ajusticiar con arma blanca a Janet Leigh en una escena que, merecidamente, forma ya parte de la historia del cine. Tuvieron que pasar veinte años para que empezaran a gotear las secuelas, siendo la más destacada de todas ellas Psicosis II, dirigida por Richard Franklin, una obra que ya nada tenía que ver ni con Hitchcock ni con Bloch y que, a pesar de luchar contra el recuerdo de su predecesora, se convertía en una interesante propuesta, aunque ciertamente alejada de la genialidad de la película original.


Y todo esto nos lleva a Psicosis II, la novela, continuación que escribe Robert Bloch (y que, como hemos señalado, nada tiene que ver con la película de Franklin) retomando el personaje de Norman Bates, al que descubrimos años después en el psiquiátrico, y que comienza de manera directa: “Norman Bates miraba fijamente por la ventana de la biblioteca, intentando con todas sus fuerzas no ver los barrotes”.



Uno intuye el placer que pudo extraer el propio Bloch de esta secuela literaria, en la que la acción en determinado momento de la novela se traslada a un Hollywood donde se está rodando, precisamente, una película inspirada en los crímenes perpetrados años atrás por Norman Bates (no es difícil aquí anticipar parte de los argumentos de la saga Scream). Y digo placer porque, si son ciertas las noticias que nos han llegado a través de los años, la relación del escritor con el mundo del cine no fue demasiado positiva (Hitchcock se las arregló para pagar una cantidad relativamente baja por los derechos de Psicosis y, años después, cuando se empezó a trabajar en la secuela cinematográfica, los ejecutivos del momento rechazaron los intentos de Bloch para unirse al proyecto), y eso hace que Psicosis II pueda leerse también como un ajuste de cuentas con el mundo del cine. No es difícil, pues, encontrar cierto humor en los extractos relativos a los componentes del equipo de rodaje, con el que no sería demasiado difícil establecer algún paralelismo con el equipo real de la película de Hitchcock. La novela discurre con la eficacia y el buen pulso narrativo de Bloch, aunque hacia el último tramo uno ya intuye el truco maquinado por el escritor para, de nuevo, sorprender a sus lectores. Aun así, se agradece el oficio, el hábil uso del punto de vista y el ritmo que se imprime a las andanzas del señor Bates.



Y, por cierto, mientras alguna editorial se anima con la traducción y publicación de Psycho House, la última entrega literaria de la saga creada por Bloch, no está de más recordar esa joya que se editó poco antes de su muerte: una edición en tapa dura de Psicosis firmada por el autor, con prólogo de Richard Matheson y epílogo de Ray Bradbury. Creo que más de uno estaría dispuesto a pasar una noche en el Bates Motel con tal de hacerse con una copia.


Incluso darse una ducha.





©José Luis Ordóñez (texto), agosto 2013


jueves, 25 de octubre de 2012

PELÍCULAS para HALLOWEEN (I)




Se acerca Halloween, esa fecha del calendario destinada a que disfrutemos con inquietantes películas de terror que produzcan zozobra en nuestro interior y nos aproximen al acantilado de la locura… al menos lo suficientemente cerca como para sentir un estremecedor vértigo que desemboque en esa sensación ancestral y apasionante que es el miedo. Y con la excusa de esta fiesta importada, que cada vez tiene una mayor presencia en nuestra cultura, es momento ahora de recordar brevemente grandiosas películas que ha dado el género a lo largo de los años.



EL RESPLANDOR (Stanley Kubrick, 1980)

Dos maestros unidos por una misma historia, creativamente irreconciliables pero brillantes ambos, uno en el cine y otro en la literatura, Stanley Kubrick y Stephen King unían fuerzas (es un decir, porque King siempre ha renegado de la visión del cineasta neoyorquino, molesto tal vez por el hecho de que le mantuviera al margen del guión y la producción de la película, con un resultado final alejado de lo que el de Maine había imaginado) para crear una de las más espectaculares y originales obras de terror, a lo que no es ajena una de las interpretaciones más histriónicas y sublimes de la historia del cine, porque hablar de “El Resplandor” es hablar de un Jack Nicholson desquiciado, pegándose cabezazos con las esquinas de la locura, abriéndolas y riéndose abiertamente ante ella, humillándola y empequeñeciéndola, dejando a la platea entre sorprendida y aterrada. Nicholson juega fuerte con el beneplácito de Kubrick y entre ambos consiguen la hazaña de crear algo nuevo, algo nunca visto antes en una pantalla de cine, y es ver a la propia locura electrificando un cuerpo humano, agitándolo y moviéndolo como nunca hemos presenciado, diciendo cosas tremebundas que al mismo tiempo están plagadas de un extraño y enfermizo humor negro, algo que nos retrotrae al Kubrick de los inicios, donde también dejaba pinceladas de ese humor oscuro en obras maestras como “Senderos de Gloria” o “Teléfono Rojo”.



Y pocas veces se ha visto el espectador tan vulnerable como en los pasillos del Overlook Hotel, siguiendo al pequeño Danny en su recorrido inocente por una laberíntica estructura (que después se repetirá en el jardín exterior), con ese encuentro con las gemelas que ya forma parte del imaginario terrorífico de varias generaciones. Finalmente, no olvidemos a Shelley Duvall, una actriz que sin duda ha quedado marcada por su rostro de horror, de angustia, de impotencia por la terrible soledad en la que se encuentra, si poder recurrir a nadie cuando los problemas empiezan a rasgar la integridad de la familia.



Así, con un estilo limpio, simétrico, cerebral, majestuoso e innovador que Kubrick  pone al servicio de un guión elaborado por él mismo y la escritora Diane Johnson —y que va de la libertad y serenidad que sugieren los planos aéreos iniciales a la opresión e inquietud cada vez más asfixiante conforme nos vamos aproximando al final—, se da una nueva dimensión al término de "película con casa de fantasmas", creando una de las más sobrecogedoras muestras de cine de género jamás realizadas (y, por cierto, todavía no sé si Nicholson da más miedo en el film o en las fotografías de rodaje).



TO BE CONTINUED…

©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2012



jueves, 4 de octubre de 2012

LO MACABRO DEL AMOR en SITGES 2012




Hoy arranca la edición número 45 del Festival Internacional de Cinema de Catalunya: SITGES 2012, y estamos seguros de que, nuevamente, vendrá cargada de magníficas películas de género. Este año, además, tendré ocasión de presentar allí “Lo macabro del amor”, la novela de terror que he publicado este año, y lo haré acompañado por el escritor Juan de Dios Garduño, autor de la magnífica “Y pese a todo…”, una obra que descubrí hace algo más de un año y que recomiendo fervientemente. La cita será el próximo jueves, 11 de octubre, a las 19.00 horas, dentro del Espacio FNAC (frente al Auditori). 




Y es por ello que me ha parecido buena idea traer aquí un extenso fragmento del prólogo que Juan Varo Zafra escribió la para la segunda edición de “Lo macabro del amor”, donde describe con precisión muchos aspectos del libro que, sin duda, serán interesantes para aquellos que ya lo hayan leído, pero también para los que aún no hayan tenido ocasión de hacerlo, con la seguridad de estas palabras que vienen a continuación despertarán su curiosidad y harán que, en el futuro, decidan adentrarse en las páginas que llevan a Castell de Ferro, ese pueblo de la costa de Granada donde seremos testigos de la génesis de un nuevo fin del mundo (temática, por cierto, de la presente edición del Festival).

(del prólogo de Juan Varo Zafra)

(…) Ahora aparece en Ediciones Hades la novela Lo macabro del amor. Y la primera cuestión que interesa comentar es, precisamente, el género de la obra. En principio, podría considerarse una recopilación de tres relatos o, incluso, de una novela breve y dos cuentos de desigual extensión: “Medusas”, en una sección titulado “Lo macabro”; “El color del mar no era azul”, en otra parte titulada “Del amor”; y “El último hombre vivo en Sevilla” que cierra el volumen a modo de epílogo. No obstante, Ordóñez advierte de la vinculación de los dos primeros textos, afirmando que se trata de “partes” de un todo, y no, como pudiera parecer, de narraciones independientes. Así, dice, constituyen “un ‘binomio contradictorio pero (…) enriquecedor y satisfactorio para el lector”.



 En efecto, a simple vista, ambos episodios comparten uno de los personajes, así como algunos elementos temáticos y paisajísticos. Pero el conjunto que forman los relatos de Lo macabro del amor ofrece también, como el propio autor sugiere, una consonancia más amplia que la revelada por estas concurrencias anteriormente anotadas. El título de la obra, formado por la unión de los dos sintagmas que dan nombre a las dos partes, Lo macabro del amor, apunta a la verdadera unidad del libro: la reflexión sobre el amor entendido como locura, desesperación y dolor que aboca al crimen de forma inapelable. De este modo, puede decirse que “Lo macabro: Medusas” es sustancialmente distinto que “Medusas”, relato, o más bien novela breve, original e independiente que obtuvo un accésit en el XIV Certamen Literario Universidad de Sevilla; del mismo modo que “Del amor: El color del mar no era azul” es también un texto de sentido diferente que “El color del mar no era azul”. Aunque también, por supuesto, es posible señalar algunas diferencias formales entre ambos episodios. La decisión de fundir en una obra unitaria dos relatos en origen independientes ya ha sido ensayada anteriormente en diversas ocasiones: recordemos el caso, por ejemplo, de William Faulkner, quien en 1939 publica Las palmeras salvajes, novela en la que alterna dos tramas bien distintas, que, sin embargo, al yuxtaponerse crean misteriosas afinidades y correspondencias en la recepción lectora.






En mi opinión, “Lo macabro: Medusas” es una obra más pensada para el espectador que para el lector. Sus secciones parecen corresponder más a una estructura en secuencias que en capítulos. Del mismo modo, sus fuentes están más en el cine que en la literatura. El autor combina con pericia materiales procedentes de diversos subgéneros del Fantástico y los acrisola en un relato febril, morboso y crispado que sorprende por la vivacidad de los diálogos, la creación de diversas tramas que poco a poco van fundiéndose en una sola, la recreación del paisaje costero granadino y, sobre todo, el desparpajo en la creación de una realidad textual que sabe prescindir de la retórica de la verosimilitud para presentar un universo distinto, regido por las leyes implacables de la crueldad y la fortuna ciega. El primer capítulo de “Medusas” y la abrupta resolución de las distintas líneas narrativas remiten al slasher de los años ochenta. Algunos pasajes del tramo final incurren en el gore tortuoso de films como Saw o Hostel. Hay, además, referencias a Los pájaros de Alfred Hitchcock y una divertida broma sobre Michael Haneke, el director de películas como La pianista, La cinta blanca y Funny games, esta última más próxima al clima de la novela. Incluso el autor ironiza posmodernamente sobre esta dimensión cinematográfica de su obra cuando hace decir a uno de los personajes “Si esto fuera una película con dinero…”, en una reflexión metaliteraria en la que concluye: “La creación es la trama”.


Pero quizá lo que más interesante me resulta de “Medusas” es su carácter solar, casi panteísta, y su medida mezcla de lo fantástico con lo erótico. En efecto, Ordóñez construye un espacio meridiano, de calor asfixiante y pasiones desencajadas que contribuyen a presentar un extraño thriller fantástico en el que conviven el asesinato, la investigación detectivesca, la denuncia ecológica, y el mito clásico en la aparición de una particular sirena depredadora. Y todo ello en un universo de pasiones desatadas: los celos, la melancolía, la envidia, el remordimiento, la codicia, que constituyen una suerte de alegoría negra sobre la condición humana y su destino. Hay pasajes extraordinarios, como el capítulo XVI, que podría funcionar como un relato autónomo potenciando esa capacidad de sugerencia que resulta esencial en el género. El lector está invitado a hacer la prueba: comenzar a leer la novela por este capítulo y, concluido, seguir el orden dispuesto por el autor.



“Del amor: El color del mar no era azul”, segunda parte de la novela, obedece, sin embargo, a un planteamiento más ortodoxamente literario. Si en “Medusas” el espacio se fragmentaba para dar lugar a las distintas tramas del relato; en “El color del mar no era azul”, el autor fragmenta el tiempo, y se apoya en la solidez de los diálogos para elaborar una historia de amor y degradación, o, mejor dicho, de degradación amorosa, que comparte con la primera parte la sordidez, el pesimismo sobre la condición humana y, en particular, las relaciones amorosas, así como la violencia y el sadismo, si bien de forma más contenida. Ordóñez narra la historia de una pareja desde el recuerdo del protagonista, Jacobo Lausberg, en dos momentos: la presumible vejez, y una misteriosa presencia en una playa, en un impreciso momento de su vida, cuando su amor ya se ha roto para siempre. En torno a estos dos ejes, vemos circular la atormentada historia de Jacobo y Ariadna: su enamoramiento, felicidad, crisis, ruptura, y, finalmente, la degradación personal, el descubrimiento de un horror indescriptible y, sobre todo, incomprensible. Se trata de un excelente relato, poseedor de una atmósfera malsana, por momentos irrespirable, que sabe conjugar sabiamente lo que se dice con lo que se insinúa; y con lo que, sobre todo, se deja en el aire, provocando la incertidumbre del lector, que no encuentra, en ningún momento, un terreno firme en el que sostenerse. Al final, Ariadna —y volvemos del nuevo al mito— es la mujer, el minotauro y el laberinto sin salida del protagonista. Ella es, desde luego, el personaje más complejo y cautivador de la novela: lo poco que se sabe de Ariadna desconcierta y aviva el deseo de saber más, de intentar comprender. Sabiamente, el autor nos escamotea las explicaciones, evitando la tentación de contar demasiado, tan peligrosa en el género. Porque “Del amor: El color del mar no era azul” pertenece a otra modalidad del fantástico: la que atiende al misterio irresoluble de los comportamientos humanos, a lo siniestro que se revela en las personas próximas, y, también, a los mecanismos del olvido (Jacobo va a la playa a enterrar un recuerdo) y del desamor. Se trata, verdaderamente, de un relato extraordinario.


El epílogo es un homenaje a Richard Matheson y a su novela más conocida, Soy leyenda, llevada al cine en varias ocasiones, e inspiradora del cine de zombies de tanto auge en la actualidad. El título del relato se debe, posiblemente, al título español de Omega man, dirigida por Boris Sagal, e interpretada por Charlton Heston en 1971; aunque también hubo una versión previa, italiana, con Vincent Price y mismo título, L’ultimo uomo della Terra, dirigida por Ubaldo Ragona y Sydney Salkow en 1964. La narración parece ajena a la propuesta en las dos partes precedentes. Pero, en todo caso, es fácil entrever que es éste el futuro que les aguarda a los protagonistas de estos relatos. El tiempo entre medias no importa, en una atrevida elipsis que debe aportar el lector para ver, también, la última vuelta de tuerca de esta historia en su exploración de los límites del amor y el dolor.

Juan Varo Zafra
Universidad de Granada