Mostrando entradas con la etiqueta Sitges 2012. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Sitges 2012. Mostrar todas las entradas

jueves, 18 de octubre de 2012

SITGES 2012


Una vez concluida la edición del 45 Festival Internacional de Cinema Fantastic de Catalunya: SITGES 2012, es momento de escribir brevemente sobre algunas de las películas que hemos tenido ocasión de ver allí.



PIRANHA 3DD (2012, John Gulager)
Sin duda, la segunda mejor película de pirañas de los últimos tres años. Secuela de la magnífica, violenta y divertida Piraña 3D (2010, Alexandre Ajá), en esta ocasión repiten algunos de los personajes de la primera parte, como Christopher Lloyd y Ving Rhames, aunque sin duda el protagonismo se lo acaba llevando un David Hasselhoff haciendo de sí mismo, parodiando su papel en Los vigilantes de la playa, absorbiendo el desarrollo de la acción desde que aparece hasta el final. ¿Lo mejor? Su violencia desinhibida y llena de humor negro que se acrecienta conforme vamos llegando al final de la película.



COMPLIANCE (2012, Craig Zobel)
Esta historia nos lleva al microcosmos de un restaurante de comida rápida donde tiene lugar una insólita situación: la encargada recibe una llamada telefónica de la policía advirtiéndole de que una de sus empleadas ha cometido un robo, y le pide retenerla allí hasta que las fuerzas del orden lleguen al local. Desde esta premisa uno aún no alcanza a imaginar hasta dónde se atreve a llegar la película, y conveniente es esa precisión en letras enormes que ocupan la pantalla al principio del metraje donde se nos indica que “está basada en hechos reales”. Estupenda interpretación de la actriz principal.



THE CABIN IN THE WOODS (2011, Drew Goddard)
Para cualquiera que adore la saga de Sam Raimi “Evil Dead”, esta película es una joya. La aproximación que hacen Joss Whedon y Drew Goddard a la típica historia de la cabaña en el bosque a la que acuden unos jóvenes dispuestos a pasarlo bien (y que, como todos sabemos, terminarán pasándolo francamente mal para divertimento y delicia de todos los espectadores) juega a dar varias nuevas vueltas de tuerca que desvelar aquí sería un auténtico crimen. Decir que es una gozada, un peliculón con multitud de guiños cinéfilos  (uno, particularmente sorprendente pero a la vez lleno de sentido, es la referencia evidente a la obra maestra de Michael Haneke “Funny Games”), un espectáculo para disfrutar en pantalla grande, en un cine repleto de gente con devoción por el género. Una obra, en definitiva, para contemplar con una amplia sonrisa y que, además, contiene uno de los cameos más apoteósicos y espectaculares de la historia del cine… y que más vale desconocer para que no se estropee la fiesta que Whedon y Goddard cocinan con cariño y talento hacia el cine de este género.



ROBOT & FRANK (2012, Jack Schreier)
Deliciosa película que se desarrolla en un futuro cercano y que nos muestra la relación entre un anciano frágil de memoria, antiguo ladrón de guante blanco (magnífico y entrañable Frank Langella), y el robot encargado de aliviar su soledad y ayudarle en el día a día. Divertida y recomendable, con Susan Sarandon en un breve papel secundario.



SAFETY NOT GUARANTEED (2012, Colin Trevorrow)
Una de las películas más atractivas desde su concepto inicial: un anuncio en el periódico solicita un acompañante para viajar en el tiempo y, como ya se anuncia desde el mismo título, la seguridad no está garantizada. Esta excusa de dimensión temporal nos lleva a conocer a adultos que no desean abandonar la juventud y jóvenes que aún no conocen su lugar en el mundo, todo contado de manera certera y amable, haciendo que el humor respire con naturalidad a lo largo de una de las mejores películas que se han proyectado este año en el festival: por su planteamiento, eficacia, sencillez y un antológico final que arrancó aplausos en las sesiones donde se exhibió.



THE TALL MAN (2012, Pascal Laugier)
Obra maestra. Pues sí. Aunque sólo sea por el irreverente y subversivo mensaje que anida en la película y que atenta contra la una de las sagradas instituciones de la sociedad contemporánea (la familia, que diría don Vito Corleone); aunque sólo sea por ofrecernos la que es, sin duda, la mejor interpretación de Jessica Biel hasta el momento, que aquí demuestra y confirma ser una magnífica actriz; y aunque sólo sea por venerar la obra de Pascal Laugier, autor de la magistral Martyrs (no estrenada ni editada en DVD por estos lares, por cierto), aquí en un registro muy alejado, del que quizás algunos puedan acusarle de haberse plegado a un cine más estándar y comercial, pero donde demuestra todo el talento cinematográfico que atesora en, por ejemplo, ese estupendo arranque de la película, donde el personaje de Jessica Biel intenta hacer que regrese a la vida un recién nacido que parece muerto, todo contemplado por el espectador a través de un poético travelling hacia el cristal de la puerta donde distinguimos borrosa la silueta de ella. Oscura y potente película.



GRABBERS (2012, Jon Wright)
Magnífica. Contiene ese añorado tono lúdico que nos remite a la mágica década de los 80, por su inteligente mezcla de humor y terror con bichos.



WRONG (2012, Quentin Dupieux)
Desconcertante. Inteligente. Original. Social. Crítica. Absurda. Imprescindible. Magistral.



ANTIVIRAL (2012, Brandon Cronenberg)
No hace falta hacer una prueba de ADN: Brandon Cronenberg tiene las mismas taras y es igual de enfermizo que su padre, David Cronenberg. Esto queda bien demostrado a lo largo de Antiviral, su primera película, que, con ritmo pausado, sigue las obsesiones de una sociedad futura no demasiado alejada del momento que nos ocupa.

©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2012



jueves, 4 de octubre de 2012

LO MACABRO DEL AMOR en SITGES 2012




Hoy arranca la edición número 45 del Festival Internacional de Cinema de Catalunya: SITGES 2012, y estamos seguros de que, nuevamente, vendrá cargada de magníficas películas de género. Este año, además, tendré ocasión de presentar allí “Lo macabro del amor”, la novela de terror que he publicado este año, y lo haré acompañado por el escritor Juan de Dios Garduño, autor de la magnífica “Y pese a todo…”, una obra que descubrí hace algo más de un año y que recomiendo fervientemente. La cita será el próximo jueves, 11 de octubre, a las 19.00 horas, dentro del Espacio FNAC (frente al Auditori). 




Y es por ello que me ha parecido buena idea traer aquí un extenso fragmento del prólogo que Juan Varo Zafra escribió la para la segunda edición de “Lo macabro del amor”, donde describe con precisión muchos aspectos del libro que, sin duda, serán interesantes para aquellos que ya lo hayan leído, pero también para los que aún no hayan tenido ocasión de hacerlo, con la seguridad de estas palabras que vienen a continuación despertarán su curiosidad y harán que, en el futuro, decidan adentrarse en las páginas que llevan a Castell de Ferro, ese pueblo de la costa de Granada donde seremos testigos de la génesis de un nuevo fin del mundo (temática, por cierto, de la presente edición del Festival).

(del prólogo de Juan Varo Zafra)

(…) Ahora aparece en Ediciones Hades la novela Lo macabro del amor. Y la primera cuestión que interesa comentar es, precisamente, el género de la obra. En principio, podría considerarse una recopilación de tres relatos o, incluso, de una novela breve y dos cuentos de desigual extensión: “Medusas”, en una sección titulado “Lo macabro”; “El color del mar no era azul”, en otra parte titulada “Del amor”; y “El último hombre vivo en Sevilla” que cierra el volumen a modo de epílogo. No obstante, Ordóñez advierte de la vinculación de los dos primeros textos, afirmando que se trata de “partes” de un todo, y no, como pudiera parecer, de narraciones independientes. Así, dice, constituyen “un ‘binomio contradictorio pero (…) enriquecedor y satisfactorio para el lector”.



 En efecto, a simple vista, ambos episodios comparten uno de los personajes, así como algunos elementos temáticos y paisajísticos. Pero el conjunto que forman los relatos de Lo macabro del amor ofrece también, como el propio autor sugiere, una consonancia más amplia que la revelada por estas concurrencias anteriormente anotadas. El título de la obra, formado por la unión de los dos sintagmas que dan nombre a las dos partes, Lo macabro del amor, apunta a la verdadera unidad del libro: la reflexión sobre el amor entendido como locura, desesperación y dolor que aboca al crimen de forma inapelable. De este modo, puede decirse que “Lo macabro: Medusas” es sustancialmente distinto que “Medusas”, relato, o más bien novela breve, original e independiente que obtuvo un accésit en el XIV Certamen Literario Universidad de Sevilla; del mismo modo que “Del amor: El color del mar no era azul” es también un texto de sentido diferente que “El color del mar no era azul”. Aunque también, por supuesto, es posible señalar algunas diferencias formales entre ambos episodios. La decisión de fundir en una obra unitaria dos relatos en origen independientes ya ha sido ensayada anteriormente en diversas ocasiones: recordemos el caso, por ejemplo, de William Faulkner, quien en 1939 publica Las palmeras salvajes, novela en la que alterna dos tramas bien distintas, que, sin embargo, al yuxtaponerse crean misteriosas afinidades y correspondencias en la recepción lectora.






En mi opinión, “Lo macabro: Medusas” es una obra más pensada para el espectador que para el lector. Sus secciones parecen corresponder más a una estructura en secuencias que en capítulos. Del mismo modo, sus fuentes están más en el cine que en la literatura. El autor combina con pericia materiales procedentes de diversos subgéneros del Fantástico y los acrisola en un relato febril, morboso y crispado que sorprende por la vivacidad de los diálogos, la creación de diversas tramas que poco a poco van fundiéndose en una sola, la recreación del paisaje costero granadino y, sobre todo, el desparpajo en la creación de una realidad textual que sabe prescindir de la retórica de la verosimilitud para presentar un universo distinto, regido por las leyes implacables de la crueldad y la fortuna ciega. El primer capítulo de “Medusas” y la abrupta resolución de las distintas líneas narrativas remiten al slasher de los años ochenta. Algunos pasajes del tramo final incurren en el gore tortuoso de films como Saw o Hostel. Hay, además, referencias a Los pájaros de Alfred Hitchcock y una divertida broma sobre Michael Haneke, el director de películas como La pianista, La cinta blanca y Funny games, esta última más próxima al clima de la novela. Incluso el autor ironiza posmodernamente sobre esta dimensión cinematográfica de su obra cuando hace decir a uno de los personajes “Si esto fuera una película con dinero…”, en una reflexión metaliteraria en la que concluye: “La creación es la trama”.


Pero quizá lo que más interesante me resulta de “Medusas” es su carácter solar, casi panteísta, y su medida mezcla de lo fantástico con lo erótico. En efecto, Ordóñez construye un espacio meridiano, de calor asfixiante y pasiones desencajadas que contribuyen a presentar un extraño thriller fantástico en el que conviven el asesinato, la investigación detectivesca, la denuncia ecológica, y el mito clásico en la aparición de una particular sirena depredadora. Y todo ello en un universo de pasiones desatadas: los celos, la melancolía, la envidia, el remordimiento, la codicia, que constituyen una suerte de alegoría negra sobre la condición humana y su destino. Hay pasajes extraordinarios, como el capítulo XVI, que podría funcionar como un relato autónomo potenciando esa capacidad de sugerencia que resulta esencial en el género. El lector está invitado a hacer la prueba: comenzar a leer la novela por este capítulo y, concluido, seguir el orden dispuesto por el autor.



“Del amor: El color del mar no era azul”, segunda parte de la novela, obedece, sin embargo, a un planteamiento más ortodoxamente literario. Si en “Medusas” el espacio se fragmentaba para dar lugar a las distintas tramas del relato; en “El color del mar no era azul”, el autor fragmenta el tiempo, y se apoya en la solidez de los diálogos para elaborar una historia de amor y degradación, o, mejor dicho, de degradación amorosa, que comparte con la primera parte la sordidez, el pesimismo sobre la condición humana y, en particular, las relaciones amorosas, así como la violencia y el sadismo, si bien de forma más contenida. Ordóñez narra la historia de una pareja desde el recuerdo del protagonista, Jacobo Lausberg, en dos momentos: la presumible vejez, y una misteriosa presencia en una playa, en un impreciso momento de su vida, cuando su amor ya se ha roto para siempre. En torno a estos dos ejes, vemos circular la atormentada historia de Jacobo y Ariadna: su enamoramiento, felicidad, crisis, ruptura, y, finalmente, la degradación personal, el descubrimiento de un horror indescriptible y, sobre todo, incomprensible. Se trata de un excelente relato, poseedor de una atmósfera malsana, por momentos irrespirable, que sabe conjugar sabiamente lo que se dice con lo que se insinúa; y con lo que, sobre todo, se deja en el aire, provocando la incertidumbre del lector, que no encuentra, en ningún momento, un terreno firme en el que sostenerse. Al final, Ariadna —y volvemos del nuevo al mito— es la mujer, el minotauro y el laberinto sin salida del protagonista. Ella es, desde luego, el personaje más complejo y cautivador de la novela: lo poco que se sabe de Ariadna desconcierta y aviva el deseo de saber más, de intentar comprender. Sabiamente, el autor nos escamotea las explicaciones, evitando la tentación de contar demasiado, tan peligrosa en el género. Porque “Del amor: El color del mar no era azul” pertenece a otra modalidad del fantástico: la que atiende al misterio irresoluble de los comportamientos humanos, a lo siniestro que se revela en las personas próximas, y, también, a los mecanismos del olvido (Jacobo va a la playa a enterrar un recuerdo) y del desamor. Se trata, verdaderamente, de un relato extraordinario.


El epílogo es un homenaje a Richard Matheson y a su novela más conocida, Soy leyenda, llevada al cine en varias ocasiones, e inspiradora del cine de zombies de tanto auge en la actualidad. El título del relato se debe, posiblemente, al título español de Omega man, dirigida por Boris Sagal, e interpretada por Charlton Heston en 1971; aunque también hubo una versión previa, italiana, con Vincent Price y mismo título, L’ultimo uomo della Terra, dirigida por Ubaldo Ragona y Sydney Salkow en 1964. La narración parece ajena a la propuesta en las dos partes precedentes. Pero, en todo caso, es fácil entrever que es éste el futuro que les aguarda a los protagonistas de estos relatos. El tiempo entre medias no importa, en una atrevida elipsis que debe aportar el lector para ver, también, la última vuelta de tuerca de esta historia en su exploración de los límites del amor y el dolor.

Juan Varo Zafra
Universidad de Granada