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viernes, 5 de junio de 2020

Póker de CINE (8)


Hay películas que no son películas; o, mejor dicho, son películas que recogen un trozo de de vida de la mejor manera posible: plagadas de verosimilitud. Es lo que hace "El amigo de mi hermana", una obra que comienza de manera más o menos convencional, pero que rápidamente te atrapa por su guion, sus actores y la maravillosa forma de dirigirlos de Lynn Shelton. Inteligente, romántica, lúcida, ingeniosa y con humor, esta es una historia que te recuerda que el talento no necesita de un presupuesto astronómico (ni siquiera mediano... o pequeño), sino de la propia habilidad y entusiasmo de sus creadores. Lo mejor del cine indie americano que recuerdo haber visto en años.


No todo va a ser Clouzot, Berlanga y Ford; "WYRMWOOD: la carretera de los muertos", dirigida por Kiah Roache-Turner, es una vibrante película australiana de ritmo frenético, bañada en humor y sangre, y que, además, cuenta con un Mad Doctor capaz de conseguir logros impensables. Imagino que cuando se vio en el Midnight X-Treme de Sitges en 2014 provocaría atronadores aplausos y sonoras carcajadas. Muy divertida. 

                                                

Menudo thriller turbio y potente se han marcado desde Francia, con dos actores tan opuestos como aquí perfectos en sus roles: Vincent Cassel haciendo de alcohólico y amoral inspector, y Romain Duris de apocado profesor con manifiesta curiosidad para comentar las tragedias que suceden en su edificio. Película tenebrosa que, hábilmente, permite respirar a los personajes, con un guion que se reserva algún as en la manga y una dirección sobria que, lejos de restar poder a la trama, la refuerza hasta dejar huella una vez vista. Parece difícil imaginar a cualquier otro en el papel de Cassel, pero fue el último en llegar a la fiesta: Gerard Depardieu era el elegido, pero su hospitalización le obligó a abandonar la película.


Es difícil resistirse al encanto de una película como "La leyenda de la casa del infierno" y su atractiva propuesta: un grupo de especialistas va a una siniestra mansión para demostrar la existencia del Más Allá. Recordemos, además, que la novela en la que se basa es del gran Richard Matheson (también en labores de guionista) y que esta es probablemente la mejor película de su director, John Hough, aquí particularmente empeñado en usar (casi siempre con acierto) unos angulares capaces de deformar la realidad hasta un punto ciertamente inquietante, pero adecuado dada la temática de la historia. A destacar en el reparto, Clive Revill como el doctor Barrett, Roddy McDowall como Fisher, el médium físico, y Pamela Franklin como la médium psíquica. Así pues, prepárense para un viaje de casas encantadas y fantasmas, con un cameo final que agradecerán los seguidores de "Horror of Dracula", la obra maestra de Terence Fisher.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Póker de CINE (7)


Desde el inusual planteamiento, uno se da cuenta de que está viendo una película potente que también sorprende en su desarrollo y, por supuesto, desenlace; incluso, con ese joven alumno aventajado que cierra la película, con la habilidad de comunicarse con, digamos, distintos perfiles del más allá. Cautivadora, tanto como la mirada de Simon Signoret, y apasionante hasta su clímax final, que, imagino, en 1955 provocaría verdadero terror. Hoy lo sigue evocando. Gran Clouzot.


Quizá le sobre metraje, quizá sea una película fuera de su época y quizá sea el aviso de que a Wilder le quedaban pocas balas en la recámara (tres, sin ir más lejos); pero me parecen una delicia sus casi dos horas y media de duración, la veo tan vigente entonces como hoy (¿acaso el talento tiene fecha de caducidad?) y, sí, solo quedaban tres películas en la filmografía de Billy Wilder, la siguiente a esta la gran "Primera plana" (¿hay más preguntas, señoría?). Jack Lemmon tiene uno de esos papeles que parece nacido para interpretar (ganó el Globo de Oro), y los diálogos y escenas de Wilder/Diamond, sobre la obra de Samuel A. Taylor, brillan. No me olvido de ese director de hotel con solución para todo (y familia que le ayude), Clive Revill, y, claro, Juliet Mills, también nominada al Globo de Oro por esta magnífica película. Y para la Historia del Cine queda la traducción del título que se hizo en nuestro país: del original y escueto "Avanti!" pasó a llamarse "¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?". El infinito ingenio de los distribuidores de la época.


Angustiosa, claustrofóbica, tensa, brillante y única, "El salario del miedo" da, básicamente, miedo de lo buena que es: ese arranque que te hace sentir el calor y la miseria de los personajes (en español, francés e inglés, como se puede apreciar en la versión original), el trayecto mortal en esos dos camiones durante el tramo principal de la película, la inquietante evolución de los personajes, el desenlace, con la música de Johan Strauss de fondo, tan espeluznante como inolvidable. Obra maestra de H.G. Clouzot, con unos magníficos Yves Montand y Charles Vanel encabezando el reparto, que se llevó la Palma de Oro en el Festival de Cannes del año 53. 


Menuda dirección se marca John Frankenheimer en "Plan diabólico" (mucho más interesante, y con mayor carga, su título en el original, "Seconds"): la primera media hora te agarra del cuello a través de una (espectacular) fotografía en blanco y negro y nos pone en las suelas de ese protagonista que recibe la llamada de un amigo muerto. Decir más, sería un crimen. Pero no me resisto a comentar algunas cosas: la secuencia de los títulos iniciales corre a cargo de un tal Saul Bass, la banda sonora está compuesta por un tal Jerry Goldsmith y está protagonizada por un señor llamado Rock Hudson, aquí a años luz de aquellas comedias con Doris Day, y que, por cierto, no aparece en pantalla hasta superados los treinta minutos de proyección. Turbia, siniestra, terrorífica y con breve papel para Murray Hamilton, que una década después interpretaría al odioso alcalde de Amity Island en "Tiburón". Estuvo entre las candidatas a Palma de Oro en el Festival de Cannes de 1966. Magnífica.

domingo, 3 de mayo de 2020

Póker de CINE (6)


De esas películas que hoy no se podrían hacer, y que sería muy difícil adaptar al momento actual. Hay muchas cosas apasionantes en "El carnicero", de Claude Chabrol, pero me quedo con el personaje de la maestra de escuela y sus decisiones (o no decisiones), y el tramo final, donde uno comprueba lo maravilloso de lo inesperado y que, en realidad, no ha estado viendo en ningún caso cine de terror (aunque haya algún momento realmente terrorífico). La cotidianidad del pequeño pueblo, la boda con la que arranca la historia (de una realidad que parece perdida en el cine), los paseos y charlas en plano secuencia y, cómo no, ese carnicero diestro en su oficio (y con cierta afición por perfeccionarlo en su tiempo libre) hacen de esta película, aparentemente pequeña, una auténtica joya. Y, antológico y memorable, ese BESO de Stéphane Audran a su carnicero. Como sus interpretaciones.


Una bestialidad que queda perfectamente definida en su primer plano, una vista panorámica de 360 grados: asfixiante, despiadada, pesadillesca, inevitable. Qué películas se marcaban en los 70. Donald Pleasance tiene poco metraje, pero espectacular. La caza de canguros, sobrecogedora. Ese universo descrito en "Despertar en el infierno", terrorífico. Si se atreven, búsquenla.


Mel Gibson es un hábil y certero director, como ha demostrado en trabajos previos y posteriores, pero me quedo con "Apocalypto", su mejor película, una vibrante aventura que te atrapa y casi ni te permite pestañear, al tiempo que ofrece imágenes que forman un juego de espejos que llega a su cúspide en el tramo final, donde hay cierto plano, revelador, entre sorprendente e inquietante (alucinógeno, imagino, para los personajes de la película) que es para levantarse y aplaudir... al tiempo que hace tragar saliva al espectador. Magnífica.


Se podrían comentar muchas cosas de "Los ojos sin rostro" -cómo se mueve entre el drama, el terror o el thriller, por ejemplo-, pero me quedo con dos aspectos que me parecen extraordinarios: el plano final, lleno de poesía, que le da un sentido aún mayor a todo lo que hemos visto anteriormente, y la estupenda banda sonora de Maurice Jarre, desde ese arranque donde vemos a Alida Valli conduciendo el coche para transportar cierta mercancía macabra. Magnífica. 



viernes, 17 de abril de 2020

Póker de CINE (5)


Me gustan las películas donde los personajes están vivos; es decir, donde la historia y el director permiten que se desenvuelvan en pantalla como si cada uno de ellos fuese real. Esto, claro, da lugar a largas escenas donde los personajes aparentemente no hacen nada importante... pero en realidad lo hacen (y dicen) todo. Es el acaso de "Dragged across concrete", el nuevo peliculón que se ha marcado S. Craig Zahler (y digo nuevo, porque sus dos anteriores largos son "Brawl in cell block 99" y "Bone Tomahawk"), en este caso con un cast encabezado por unos sólidos Mel Gibson, Vince Vaughn y Tory Kittles, pero también con apariciones estelares de Don Johnson, Laurie Holden, Udo Kier, Thomas Kretchsmann o Jennifer Carpenter (espectacular lo que hace este actriz en muy poco metraje). Policíaco seco, duro, despiadado, violento y con algo de humor malsano (ese gore inconfundible, marca de la casa), la película te atrapa por el tratamiento pausado de los personajes, la exploración en sus motivaciones y la continua sensación de que cada escena importa, cada línea de diálogo, cada fotograma. Decía al comenzar estas breves líneas que era la "nueva" película de Craig Zahler, pero en realidad es del año 2018, estuvo en los festivales de Venecia y Sitges y, sorpresa, no se llegó a estrenar en nuestro país ni distribuir en DVD o Blu-Ray. Inexplicable. Magnífica película.


Es obvio señalar el hecho de que aunque una película tenga como fecha de producción el año 1942 (o anterior) no tiene por qué equivaler a una obra anacrónica, anticuada o aburrida; al contrario, puede ser vibrante, moderna (en el mejor sentido posible) e ingeniosa. Es el caso de "El asesino vive en el 21", largometraje francés dirigido por H.G. Clouzot, en glorioso blanco y negro, y con innegable inventiva visual y frenético ritmo en sus hábiles diálogos. Planteado como un "whodunit", tenemos, pues, que averiguar la identidad del responsable de una serie de asesinatos que, además, tiene el descaro de dejar una tarjeta de visita sobre sus víctimas. Ir más allá en el comentario sobre su resolución sería entrar en el terreno fangoso y temido del spoiler; baste señalar que tanto la parte investigadora como la culpable se desenvuelven, ante todo, con admirable elegancia y educación. Magnífica película de la que me quedo con el primer crimen que vemos en pantalla, un inquietante plano subjetivo de alguien que avanza, inexorable, hasta que finalmente acaba por completar esa ejecución macabra. 


Cumple con las reglas de una película de este tipo: plantea un prólogo impactante con alguna relación con la trama principal, nos ofrece una presentación de los personajes principales en un ambiente seguro, sin pérdida de tiempo entramos en esa excursión que será el centro de la historia y, una vez alcanzado el destino previsto, en el tablero principal de la película, empiezan a pasar cosas malas, originales y espeluznantes... hasta llegar a un final con epílogo que prolonga la historia. "Las ruinas", dirigida por Carter Smith, y con guion de Scott B. Smith (basado en su propia novela, también muy entretenida y con mayor espacio para comprender mejor a los personajes), es un largometraje bien ejecutado, angustioso cuando tiene que serlo, y con un par de momentos que lo sitúan por encima de la media. Por cierto, Scott B. Smith también es el guionista (también basado en su propia novela) de la mejor película de Sam Raimi: la magistral "Un plan sencillo". Si quieren comprobar lo saludable que es, en estas semanas de confinamiento, permanecer en nuestras casas, pueden ver lo que les sucede a los chicos viajeros de "Las ruinas".


Hay varias cosas que podemos concluir después de ver "Terror ciego" (UK, 1971): primero, que Mia Farrow en esa época era capaz de seducir e hipnotizar a la cámara como pocos, y soportar sobre sus hombros el peso de una película; segundo, que Richard Fleischer es mucho mejor director de lo que se suele comentar (aparte de sus obras más conocidas, como "Los vikingos" o "20.000 leguas de viajo submarino", tiene otras magníficas en su extensa filmografía); y tercero, que Elmer Bernstein se luce en la estupenda banda sonora desde su inicio, cuando seguimos las botas de cowboy de ese despiadado asesino (y esto le permite componer una música que, por momentos, nos lleva al mundo del wéstern). Estupenda película a la que es mejor entrar sin saber nada.



jueves, 9 de abril de 2020

Póker de CINE (4)


Imposible verla hoy con los ojos tranquilos de su estreno, cuando todos parecíamos a salvo de algo así, pero "Contagio" sigue siendo sólida, fría, coral y despiadada, con dos elementos que unen sus historias y fotogramas: el propio virus, más letal que el que ahora ha cambiado nuestras vidas, y la música conductora de Cliff Martínez, tan eléctrica y martilleante como hipnótica y adictiva (inevitable pensar en su trabajo para la excelente serie "The Knick", también de Steven Soderbergh). Y sí, como no podía ser de otra manera, sobrecogen los paralelismos con todo lo que sucede ahora. Si aún no la han visto, la tienen en HBO. Curioso lo que escuché el otro día a J.A. Bayona en televisión, donde comentaba que, al parecer, se ha cambiado el género de la película en IMDB: de ciencia-ficción ha pasado a drama. Lógico.


Que "Domino" (Dinamarca, 2019) es una película fallida y con diversos problemas es algo que el propio director, Brian De Palma, ha deslizado por ahí en alguna entrevista, resultado, tal vez, de los aireados problemas de producción (que, por cierto, trajeron su rodaje a Andalucía). Pero no vamos a hablar de eso aquí, sino de esa escena, ESE plano, que, de repente, te recuerda que hay un tipo ahí fuera (De Palma) con un enorme talento visual y que hace años fue desterrado por Hollywood. En un momento dado de este thriller (donde, por cierto, Guy Pearce parece disfrutar en cada escena), su protagonista abandona el dormitorio y deja a su novia en la cama. Todo es un único plano picado que parte de plano general, donde observamos el tira y afloja de la pareja (él tiene que ir a trabajar, y ella quiere que él se quede), en una escena que parece intrascendente; sin embargo, un zoom lento (creo recordar) nos aproxima a la escena, la chica queda fuera de campo y nuestro protagonista, un agente de la ley, también termina haciéndolo. El plano se va cerrando poco a poco hasta que, finalmente, se queda en el detalle de la pistola que Nikolaj Coster-Valdau (el Jaime Lannister de "Juego de Tronos") olvida. Aquí tenemos, pues, a un director jugando con el espectador y diciéndole: "Prepárate, que si te muestro esto no es por capricho, sino porque va a tener una función fundamental en la trama". Al final de la película hay otra secuencia en una plaza de toros de Almería donde De Palma crea (o, más bien, quiere crear) una de sus grandes set-pieces; por momentos, lo logra, pero uno tiene la inevitable sensación de que la falta de presupuesto se nota e impide que encuentre la grandeza que, sin duda, apunta en varios momentos. Película curiosa con reparto internacional (y muy de "Juego de Tronos"; además del ya apuntado Coster-Valdau, está Carice Van Houten), fotografía de José Luis Alcaide y música de Pino Donaggio. Solo por los momentos comentados, merece la pena.


Hay películas que, desde su primer plano, sugieren que vamos a presenciar una buena obra de ficción. Es el caso de "Ha llegado un inspector" (1954, UK), en la que tenemos un inicio con plano fijo de una mesa y sus cinco integrantes, sin que veamos sus rostros. Parecería como si, de esta manera, se dispusieran las piezas de un juego de mesa... piezas que, por supuesto, aún no conocemos (y ya deseamos conocer). Hay muchas cosas destacables en esta película en glorioso blanco y negro: el guion de Desmond Davis (décadas después director de la ochentera "Furia de titanes") sobre la obra de teatro del dramaturgo y novelista J.B. Priestley; la sólida dirección de Guy Hamilton (que terminaría dirigiendo varias entregas de la saga del mítico James Bond), con una planificación que aprovecha el espacio reducido en el que se desarrolla la mayor parte de la trama; o, claro, el protagonismo de ese inspector que llega al que da vida de manera brillante Alastair Sim (su irrupción en escena, por ejemplo, es tan brusca como sorprendente e inolvidable). Planteado como un "whodunit", el largometraje bucea después en aspectos más ambiciosos: las consecuencias de nuestros actos en las vidas de los demás, por muy leves o intrascendentes que nos parezcan, la escasa capacidad de aprendizaje del ser humano o su dificultad para empatizar con situaciones completamente diferentes a las que cada uno vive. El estreno de la obra de teatro original en suelo inglés fue en 1946, y contó en su reparto con Ralph Richardson, como ese inspector que llega, y Alec Guinness en el papel de Eric, el hijo de la familia que esconde algo en su pasado de vital importante para la trama. Una de las múltiples versiones montadas en España fue la emitida por Estudio 1 (TVE) en 1973, y en cuyo plantel se encontraba Narciso Ibáñez Menta.


Menuda exhibición actoral hace Richard Attenborough en "El estrangulador de Rillington Place" (UK, 1971): desde el mismo comienzo, con esos ojos grandes y azulados que se vislumbran tras la ventana de su casa, y hasta su conclusión (con un espeluznante plano en el que se congela su rostro en primerísimo término), uno pensaría que, ante tal portento, el resto del reparto quedaría ensombrecido. Pero, ah, entonces aparece un joven John Hurt que borda un personaje analfabeto, de pocas luces y fácilmente manipulable. Y dejándolos moverse y respirar, el director Richard Fleischer cambia el registro más tradicional y festivo de otras obras, y aquí se pone serio, realista, para convertirse en un gélido y distante observador de los macabros hechos que se suceden, con un planificación que potencia ese "Basado en hechos reales" con el que abre el largometraje. Menuda pieza para arrancar la década de los 70, tan despiadada como realista, tan brillante en su planificación como angustiosa en su desarrollo. Estupenda.




martes, 31 de marzo de 2020

Póker de CINE (3)


Ver en 2020 "Impacto", un largometraje de 1981 (la traducción al español de "Blow out" nos impide la referencia a "Blow up" de Antonioni), es la constatación de un cine que ya no se hace: es un thriller, sí, pero se toma su tiempo para presentar y desarrollar personajes (un Travolta condenado desde el comienzo a encontrar el grito perfecto para esa low budget movie en la que trabaja), y es una película de Brian De Palma, esto es, un señor capaz de darle protagonismo a lo audiovisual por encima de cualquier cosa. Hay escenas y momentos memorables: la conclusión, que no revelaremos aquí para evitar el temido destripe; Travolta comprobando en su oficina que alguien ha husmeado en su material, con una secuencia mareantemente brillante; esos planos detalle y generales enfocados en el mismo encuadre; la cámara lenta con la música de Pino Donaggio a toda máquina; los planos cenitales, justificados e hipnotizantes; los trávelin circulares... ¿En definitiva? El talento de la técnica y el manierismo audiovisual al servicio de una buena historia donde un técnico de sonido cree descubrir un asesinato. Además del propio Travolta, muy alejado aquí de su explosiva irrupción bailonga y musical pocos años antes en el mundo del cine, también destacan Nancy Allen, que venía de trabajar con el propio De Palma en "Vestida para matar" y, de manera más breve, dos secundarios siempre inmensos: Dennis Franz y John Lightgow.


Nos ha dejado Stuart Gordon, el director de esta pequeña joya macabra de los 80, rodada exclusivamente en interiores y con secuencias memorables (de humor y terror), desde los créditos que parodian sin tapujos la banda sonora de "Psicosis" hasta el cierre con ese líquido verde en jeringuilla dispuesto a... reanimar, claro. Llegó a trabajar con David Mamet en un montaje de "Sexual Perversity in Chicago" y fue director en la serie de televisión "Masters of Horror" de Mick Garris. Tuve ocasión de asistir a una master class suya en Sitges hace años. Divertida y estimulante. Buen tipo.


Película que demuestra lo saludable que es quedarnos en casa en estos tiempos, frente a la imprudencia de salir al exterior. En el ámbito cinematográfico, la estructura es el músculo que da fuerza a este largometraje australiano escrito y dirigido por Damien Power; también la dosificación de información, el montaje de escenas, que provoca preguntas y genera interés, y, finalmente, el conflicto inesperado, aunque natural, entre los personajes principales. Obra que demuestra que siempre hay una nueva forma de aproximarse a una historia mil veces contada; se disfrutó (y sufrió, según se mire) en festivales como Sundance o Sitges.


Las películas de Sherlock Holmes con Basil Rathbone y Nigel Bruce son una delicia; más allá de si son mejores o peores, tienen un encanto derivado del blanco y negro, los decorados y las tramas (más o menos inocentes). "Sherlock Holmes en Washington", dirigida por Roy William Neill en 1943 y quinta de las catorce que componen esta saga, lleva al mítico detective a América, tal y como subrayaba la publicidad de la época, y, entre otras cosas, demuestra que tan solo unas cerillas son capaces de mover la historia hasta un final de lo más satisfactorio, que, por cierto, incluye una escena en coche, con entrañable transparencia del Capitolio de Washington, donde Holmes recita unas palabras del mismísimo Winston Churchill. Estábamos en plena Segunda Guerra Mundial.









martes, 24 de marzo de 2020

Póker de CINE (2)


Si uno empieza a ver "El silencio de los corderos" está condenado a terminarla. Da igual que la hayas visto antes treinta veces porque, al final, como sucede con el buen cine y los buenos libros, uno se olvida de la técnica, del artificio, y queda sumergido en la historia. En las buenas historias. Como debe ser. Hay muchas cosas que destacar en este largo de Jonathan Demme: la dirección (esos subjetivos, esos trayectos al encuentro de Lecter...), el guion (cómo dosifica la presencia de los villanos, cómo estructura toda la historia... y cómo nos engaña), la banda sonora (Howard Shore nos agarra del pescuezo desde los créditos iniciales y no nos suelta hasta el final) y los actores (qué decir de Foster, Hopkins, Glenn, Levine...). No todo el mundo recuerdo los cameos: Chris Isaak y Roger Corman en papeles brevísimos pero con frases. Y ese final: "I'm having an old friend for dinner". Maravilloso Lecter en la última conversación telefónica, con el sombrero blanco y el paseo que le conducirá, sin duda, a un sabroso encuentro. Extraordinaria.


La primera época de John Landis es magnífica. Ahí encontramos, por ejemplo, la estupenda "Cuando llega la noche" (1985), con un Jeff Goldblum que parece nacido para interpretar a ese insomne infeliz en su matrimonio que, ojo, salva la vida a una deslumbrante Michelle Pfeiffer, perseguida por cuatro tipos con ganas de matarla (entre ellos, el propio Landis). Multitud de actores conocidos en papeles breves (Dan Aykroyd, Richard Farnsworth, Vera Miles, Irene Papas...), y cameos insólitos, como los de los guionistas Lawrence Kasdan ("En busca del arca perdida") o Carl Gottlieb ("Tiburón") y los directores Roger Vadim o David Cronenberg, entre otros. Comedia de corte clásico, con acción y sangre desprejuiciada, que te deja con buen sabor de boca y te lleva a querer recuperar otros clásicos de Landis de la época, como "Desmadre a la americana", "The Blues Brothers" o "Un hombre lobo americano en Londres". 


Es un wéstern donde en lugar de diligencias y caballos hay vehículos a motor, es cine negro en color donde las réplicas y contrarréplicas buscan el ingenio en medio del artificio, es una película de capa y espada donde predominan las chupas de cuero y las navajas, es un musical con canciones que funcionan como secuencias de conciertos, es una película de 1984 con Willem Dafoe, Diane Lane y Michael Paré. Walter Hill, su director y co-guionista, es honesto y desde el comienzo ya planta lo que vamos a presenciar: un espectáculo cool, de rock (no solo musicalmente hablando) y violencia llameante, de princesas secuestradas y héroes solitarios, de barman punk (inolvidable Bill Paxton) y heroínas inmensas (Amy Madigan, que se llevó el premio a mejor actriz en el Sitges de aquel año) y alguna sorprendente aparición, como la de Ed Begley Jr. ¿En definitiva? "Calles de fuego" es una película única, ajena a todo lo demás, con una personalidad arrolladora y unos fotogramas que te arrastran a una deliciosa fábula rockera, tal y como rezaba el propio slogan, lo que constituye, sin duda, una de las grandes películas de Walter Hill.


Película en blanco y negro, con inevitable encanto y un cierto aire beatlemaníaco en la banda sonora que delata su fecha de producción, en el arranque de la década de los 60, "El tren de las 4:50", dirigida por George Pollock sobre la novela de Agatha Christie, se ve con agrado: uno asiste con placidez al crimen (desde un tren hacia otro tren), el plan que idea y ejecuta Miss Marple, el desfile de sospechosos y el desenmascaramiento final del culpable. Mi mayor problema con este largometraje quizá resida en que, cada vez que veo a la protagonista, una estupenda Margaret Rutherford, no puedo evitar el pensamiento de que, en realidad, no es ella, sino el camaleónico Alec Guinness disfrazado de mujer, en un nuevo y arriesgado tour de force.




jueves, 5 de marzo de 2020

Póker de CINE


La versión de 1952 de "El prisionero de Zenda" sigue siendo una delicia: el tono elegante de humor y aventura, colorido, el juego maravilloso del doble, la misión imposible que encomiendan al bueno de Stewart Granger, un turista que de repente se ve en una situación imposible, la frialdad y aristocracia de Deborah Kerr y la fantástica dirección de Richard Thorpe que, como todos sabemos, y a poco que uno repase su filmografía, era de todo menos lo que de forma malévola parece sugerir en castellano su apellido. Eso sí, lo que me gana de esta película, hoy y cuando la vi por primera vez hace treinta años, es el extraordinario villano que compone el gran James Mason, que, con pocos minutos de presencia en el metraje, es capaz de robar escenas sin despeinarse, mirar como nadie, soltar diálogos con maestría y empuñar la espada con endiablada habilidad. Y, sorpresa, escapa vivo. Hoy habrían hecho una secuela de su personaje, tal vez un spin-off, quizá una serie de televisión. Como la rodaron a mitad del siglo pasado, eso nunca sucedió. Pero sí podemos jugar a imaginar qué nuevas villanías tendría por delante Mr. Mason. Seguro que muy, muy divertidas.


Aquí titulada "El fotógrafo del pánico" (esa inventiva tan española a la hora de traducir...), "Peeping Tom" es una película adelantada a su tiempo que nos pone en las suelas de un psicópata dentro del mundo del cine y no da respiro: tan incómoda como brillante, y con deliciosos momento de humor (Psiquiatra: ¿Y a qué se dedica usted? / Tom: Soy foquista / Psiquiatra: Como yo... ). El color, el uso del punto de vista y los traumas heredados dejan huella en el espectador y en cineastas posteriores.


Curiosa e interesante película de suspense de Arthur Penn estrenada en los 80s, con Mary Steenburgen de protagonista absoluta; eso sí, una vez vista, da la sensación de que el actor que mejor se lo pasó en el rodaje fue Roddy McDowall.


En 1959 el director de cine John Ford estrenó una película en la que un ferroviario (John Wayne) y un matasanos (William Holden), ahora miembros del ejército de la Unión -el primero como coronel y el segundo como médico-, se ven forzados a trabajar juntos en una misión a pesar de representar posiciones antagónicas. Como muchas películas de Ford, la temática se mueve entre el honor, la lealtad, la amistad y las misiones encomendadas (misiones que, a menudo, tienen menos peso que la fuerza de sus personajes). Hay momentos para el humor, el drama, la épica... incluso para un final maravilloso que uno casi hubiera deseado que continuara (pero no, no hace falta, porque es perfecto tal y como es, aunque hoy se antoja que sería imposible, porque nos hubieran llevado a un acto final con más batallas y batallas). Que Holden y Wayne borden sus papeles no es ningún descubrimiento; que el personaje (una sureña, opuesta por tanto también a Wayen y Holden) que interpreta de manera luminosa Constance Towers amplíe y diversifique de manera brillante la temática y la trama, tampoco; sorprende, eso sí, que la película fuera un fracaso en taquilla y no entusiasmara a la crítica porque "Misión de audaces" (en un nuevo alarde creativo de nuestros distribuidores, ese fue el título en español del original "The horse soldiers") es tan brillante como aparentemente sencilla, donde la rivalidad entre un antiguo ferroviario y un matasanos desemboca en un apasionante wéstern enmarcado en la Guerra de Secesión.