A riesgo de que más de uno se piense que
me ha dado un golpe de calor (ese mismo calor del que hemos hablado en este
blog y nos ha hecho recordar tres maravillosas películas), hoy hablamos aquí de
un film que ha desatado odios viscerales entre crítica y público. Curiosamente,
no ha sido un odio inmediato. Cuando la película tuvo su estreno mundial en el
festival de Cannes generó en su inicio una corriente positiva, desde los
propios aplausos que se pudieron escuchar en la sala donde se vio por primera
vez (como bien puede confirmar Lucía Ordóñez, testigo de excepción de aquel
evento) hasta las primeras críticas entusiastas que salieron a la luz en medios
de comunicación. Pero con el paso del tiempo, el afilado odio que desprender la
figura de George Lucas (en parte por las decepcionantes precuelas de Star Wars), ha podido con todo lo demás,
hasta normalizar el hecho de que se haya asumido entre crítica y público que Indiana Jones y el Reino de la Calavera de
Cristal es una decepción absoluta, un borrón en una saga que nunca debió
pasar de trilogía a tetralogía, un paso en falso para su director, Steven
Spielberg.
Nada más lejos de la realidad. En mi
opinión es una magnífica película que desprende todo el talento que atesora el
director de obras maestras como Tiburón
y En busca del arca perdida, con un
Harrison Ford pletórico, capaz de hacernos volver a sentir la emoción que supone
ver de nuevo en pantalla a un héroe tan querido como el del famoso arqueólogo.
Cuando se estrenó la película escribí un pequeño texto con el que, a pesar del
tiempo transcurrido, me sigo identificando plenamente. El cine es alegría, el
cine es magia, y lo que nos dieron hace años Lucas, Spielberg, Ford, Koepp,
Williams y compañía fue otra dosis que nos devuelve la ilusión por vivir
aventuras en lugares lejanos. Os dejo con el texto:
"Ya está aquí, después de años de
espera, ha llegado y nos ha regalado ciento veintitrés minutos de cine
en estado de gracia.
Pura fantasía cincuentera con acción,
humor, reencuentros inolvidables, secuencias antológicas, una película donde
cabe la aventura, las referencias al espionaje propio de la guerra fría, las
listas negras, el comunismo, Roswell, Francisco de Orellana, los experimentos
nucleares, hormigas gigantes, cataratas, selvas cargadas de peligros,
persecuciones frenéticas, cuevas secretas, ciudades perdidas y un solo nombre
que por sí solo ya atraería a masas enfervorecidas con ganas de bucear en un
mundo de fantasía: Indiana Jones.
Indiana Jones y el Reino de la Calavera
de Cristal es eso y mucho más. Si a la imaginación de Lucas unimos
el talento único de Spielberg y la mejor interpretación
posible para el personaje por parte de Harrison Ford, surge una
joya a la altura de las demás secuelas de esa obra maestra del cine llamada En
Busca del Arca Perdida(1981). David Koepp se las ha
arreglado para reciclar restos de guiones frustrados por parte de Jeb
Stuart, Frank Darabont y Jeff Nathanson, y,
añadiendo material de su propia cosecha, conseguir una magnífica muestra de
cine de aventuras, cargada de referencias a las anteriores películas de la
saga, y con una historia original y que en nada hará sospechar que se trata de
una mera fotocopia de las demás.
De hecho, la nueva película de Indiana
Jones es claramente una película de Indiana Jones, pero a la vez es algo nuevo.
No en vano está hecha hoy, en el siglo XXI, y cuya ficción transcurre veinte
años después de las otras historias para el cine del famoso arqueólogo.
La puesta en escena es sencillamente
magistral, capaz de mover al espectador de una acción a otra, presentado a la
perfección a todos y cada uno de los personajes. Para la historia del cine
queda esa primera entrada de Harrison Ford, recogiendo el sombrero
del suelo y colocándoselo con el estilo que se le supone. O la entrada del
personaje de Mutt Williams, entre la niebla y en moto, o esa mala
malísima Irina Spalko, tras unas gafas oscuras saliendo de un
coche.
John Williams sigue en forma,
componiendo una banda sonora eléctrica, recuperando algunos de los mejores
temas de En Busca del Arca Perdida y creando algunos nuevos
que ya forman parte de la historia de la saga. Michael Kahn compone
un montaje vibrante a lo largo del metraje y Janusz Kaminski deja
su sello con una fotografía diferente a las anteriores pero justificada por el
cambio de década.
Si a toda esta fiesta se une el
mísmisimo Elvis Presley en la secuencia de inicio, al plato
sólo le falta ser devorado una y otra vez, para disfrute de todas las edades.
Aventuras en mayúsculas."
©José Luis
Ordóñez (texto), agosto 2013