Coincidiendo con mi
visita a Estados Unidos durante el comienzo de este verano, he tenido ocasión
de adquirir varios libros (aún en papel), en su mayoría inéditos en España. Hoy
es un buen día para comentar dos de ellos.
Para empezar podemos
dejar escapar ya unas breves palabras sobre Afterlife,
el relato breve publicado en Tin House Magazine
con el que Stephen King calienta motores antes del desembarco de su (imagino)
mastodóntica novela Dr. Sleep,
secuela largamente anunciada de El
Resplandor. Pero volvamos a Afterlife,
donde nos plantea una historia
que arranca con la muerte de su personaje principal y posterior llegada a una
especie de oficina post mortem donde
un señor con pinta de funcionario aplicado le ofrece dos opciones: si nuestro
protagonista sale por una de las puertas volverá a tener, exactamente, la misma
vida que acaba de finalizar, mientras que si sale por la otra, se esfumará.
Salpicada con cierto humor de la casa y no exenta de una cierta crítica social,
el relato es un artilugio juguetón que le permite a King recorrer espacios que
le son muy familiares hasta desembarcar en un final irónico que no deja de
tener un poso de amargura (o, quizá, es que ese es el humor que es capaz de
ofrecernos).
Por otro lado,
durante mi estancia en L.A. falleció el gran escritor Richard Matheson, al que
conocemos especialmente por Soy Leyenda,
Hell House, Duel o El increíble hombre
menguante, todo un referente en el ámbito del terror y el fantástico, así
que decidí acercarme a la librería más cercana para husmear entre las
estanterías de libros y buscar alguna obra suya que aún no hubiese leído. Y
allí, en el espacio dedicado al género del western (del western, sí) tuve
ocasión de encontrar Shadow on the sun,
una novela escrita en los 90 por el señor Matheson, donde hace de nuevo gala de
su modélico estilo, trasladando el misterio y el terror al salvaje oeste, en el
que un misterioso personaje va dejando la muerte a su paso, provocando que el recién
firmado acuerdo entre Apaches y el gobierno de los Estados Unidos se tambalee.
Después de leer
relatos y novelas que presumen y se jactan de romper reglas, de la
necesidad de experimentar nuevas vías narrativas (que, de acuerdo, puede ser
interesante, y es desde luego una forma para no anclarnos al pasado), es un
auténtico placer disfrutar con la habilidad de Richard Matheson para,
precisamente, contarnos una historia al estilo tradicional. Tanto el relato de
King como la novela de Matheson son obras que uno lee con una sonrisa en el
rostro, consciente de que no son historias de grandes ambiciones artísticas
(sea lo que sea que eso signifique), sino producto del aplicado esfuerzo de
narradores talentosos que dedican su tiempo y habilidad al a veces olvidado (y
despreciado) arte de saber contar una historia con un principio, un desarrollo
y un final.
Shadow on the sun. En fin, quién me iba a decir a mí que a estas alturas iba
a leer mi primer western. Sólo se me ocurre decir una o cosa: "Gracias,
Mr. Matheson. Por esta novela y por todas las demás que ha escrito". Y por
sus relatos, claro, como The Distributor,
una auténtica obra maestra de lo perverso.
Sólo espero que si
Matheson llega a la oficina post mortem
descrita por Stephen King, elija la primera opción. No acierto a imaginar el
sumo placer que debe entrañar volver a escribir todas esas novelas de nuevo,
pero debe ser maravilloso.
Como que un western
literario me fascine en pleno siglo XXI.
©José Luis Ordóñez
(texto), agosto 2013
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