miércoles, 7 de diciembre de 2011

Attack the Block

Joe Cornish, guionista y director de Attack the Block, comentó en el pasado Festival de Sitges que siempre había tenido muy claro el concepto de banda sonora que deseaba para su película: “Si tuviésemos a John Williams y John Carpenter en una habitación y terminaran colocados… ¿qué música saldría?”. Y el planteamiento, en vista del resultado final, no pudo haber sido más acertado, ya que la película en sus cortes musicales une con acierto el calado emocional de Williams con el toque electrónico de Carpenter. Además, y ya que estamos con los mixes, Attack the Block podría ser el resultado de coger a Los Goonies y sumergirlos en el universo fascinante de Asalto a la Comisaría del Distrito Número 13, alejándonos del tono infantil de la producción Spielberg y acercándonos al universo más adulto de Carpenter, que, recordemos, suele estar cargado de esos personajes ambiguos que parecen mantenerse a una distancia equidistante del bien y del mal, y que, perfectamente, pueden empezar siendo villanos para terminar convirtiéndose en héroes.



      Cornish, además, resulta ser un tipo gracioso, de esos que poseen la facilidad natural para el comentario ágil y lúcido, lo cual explica el humor presente en la película a lo largo de todo el metraje (dentro de lo posible, recomiendo verla en versión original), a pesar de tratar sobre la invasión de Londres por parte de una serie de extraterrestres capaces de matar sin un solo parpadeo (suponiendo, claro está, que estos aliens, diseñados por cierto de manera brillante y original, pudieran parpadear).
      En la carpa de la FNAC que se colocó frente al Auditori en Sitges, Cornish comentó algunos aspectos de la película, desde su concepción hasta el rodaje, pasando por el proceso de casting (recordemos que el grupo de chavales protagonistas no tenía apenas experiencia alguna en el mundo del cine), pero lo que me llamó la atención es que, además, es un tipo cinéfilo que imagino ha debido ver “En busca del arca perdida” al menos doscientas o trescientas veces, ya que fue capaz de rememorar, no recuerdo ahora a cuento de qué, la famosa anécdota de rodaje en la que los principales protagonistas son Paul Freeman (el elegante y malvado René Belloq) y una mosca con afán de protagonismo que, en apenas un plano, demuestra la absoluta profesionalidad y talento del mejor villano que nos ha dado la saga de Indiana Jones. Creo que casi nadie de los allí presentes sabía de lo que estaba hablando este inglés bonachón (quizá pensaron que Cornish venía de la misma habitación que podrían haber compartido Williams y Carpenter), pero yo no pude por menos que esbozar una sonrisa, porque en cierto modo tranquiliza saber que hay gente tan loca como el que esto escribe, capaces de ver una película hasta la extenuación, descubriendo así anécdotas como la de la mosca (o la del reflejo fugaz del Pozo de Ánimas… ¿alguien sabe de lo que estoy hablando?).



      Anyway, con un reparto de desconocidos donde sólo nos es familiar el rostro de Nick Frost, cómplice habitual de Simon Pegg en películas como Zombies Party o en la reciente Tintín de Spielberg (con guión, por cierto, del señor Cornish, al que imagino colaborando activamente con los otros dos guionistas de la película en el chiste más adulto, incorrecto y divertido de la adaptación de este mítico cómic), Attack the Block es de esas películas tan brillantes, bien hechas, tan enérgicas y bien escritas, que al salir del cine uno lo hace feliz, con las pilas cargadas y la convicción de que el séptimo arte aún tiene muchas cosas buenas que ofrecer. Sin duda, una película fantástica que en Sitges fue capaz de lograr eso que difícilmente se consigue: poner de acuerdo a crítica y público (o, dicho de otro modo, hacer que crítica y público se encierren en una habitación, se coloquen, y salgan de ella cogidos de la mano mostrando la hermosa sonrisa cómplice de un inesperado y unívoco rostro).

©José Luis Ordóñez (texto), diciembre 2011

lunes, 5 de diciembre de 2011

El Manuscrito de Avicena


Hace algún tiempo me llamó la atención una entrevista que escuché en la radio. El autor de una novela recién publicada hablaba con el locutor sobre el hecho de que en su obra se plasmara una situación que la imparable actualidad acababa de confirmar: una Al-Qaeda sin la presencia de Bin Laden. El presentador radiofónico (quizá Carles Francino, quizá Luis Herrero… quizá ambos) se sorprendía y con su tono marcaba lo que de acontecimiento tenía el hecho de que alguien sacara al mercado una novela que, apenas unas horas después de la muerte del líder de Al-Qaeda, se descubría con una trama que actualizaba el panorama en Oriente dentro de una historia de ficción.



    Es lo que sucede en el “El manuscrito de Avicena”, una novela de Ezequiel Teodoro que ya va por su tercera edición y que está demostrando tener unas excelentes piernas en su recorrido omnipresente por la geografía española, a través de prensa y presentaciones en librerías, dándose a conocer y mostrando unas virtudes que sin duda apasionarán a los seguidores de la novela histórica… aunque estoy convencido de que la novela nos ofrecerá todavía más.
    Y digo que estoy convencido porque “El manuscrito de Avicena” reposa en  mi estante de lecturas pendientes (donde, por cierto, empiezan a acumularse libros  a una inquietante velocidad), a la espera de que pueda encontrar un hueco de descanso entre el frenesí laboral y creativo para poder entregarme al placer sereno y apasionante, ese sagrado goce, de las lecturas que desde su premisa atraen, como la novela de Ezequiel, y, además, confirman lo que es un secreto a voces, por más que muchas veces se nos diga lo contrario: la ficción siempre supera (y se anticipa) a la realidad.

©José Luis Ordóñez (texto), diciembre 2011