martes, 20 de diciembre de 2016

viernes, 16 de diciembre de 2016

ROGUE ONE (Gareth Edwards, 2016)


Derivada tal vez de la poca esperanza en que se saliese de los cauces previstos, después de asistir a la proyección de “Rogue One”, el anunciado y publicitado spin-off de la saga “Star Wars”, tengo que decir que hay una palabra que, sin duda, define mis sensaciones: sorpresa. ¿Quiere decir eso que estamos ante una película original? No necesariamente, aunque sí hay factores originales (o inesperados) dentro del universo galáctico transitado hasta el momento (los siete capítulos dedicados a la familia Skywalker) que hacen que, por varios motivos, esta entrega dirigida por Gareth Edwards destaque a varios niveles.


Temporalmente, “Rogue One” se ubica justo antes de la original “La guerra de las galaxias” ­—o, como se conoce desde hace cierto tiempo, “Star Wars Episodio IV: Una Nueva Esperanza”— (George Lucas, 1977), y nos cuenta la historia del grupo de rebeldes que logra hacerse con los planos que muestran el punto débil de la todopoderosa Estrella de la Muerte, y que, como recordamos, caen finalmente en posesión de los entrañables R2D2 y C3PO al comienzo de la película de los setenta. Esta hábil propuesta argumental permite al menos dos cosas: por un lado, alejar el foco de los Skywalker y, por otro, construir una trama más de género bélico con un grupo de personas en una misión muy definida. Y lo que logra aquí Gareth Edwards es una obra inesperada, entre otros aspectos por las pocas concesiones hacia el público infantil, la fotografía oscura y apagada, y la sensación de estar ante una pieza que funciona como perfecto binomio con “La guerra de las galaxias”, por cuanto, de una manera orgánica y natural, finaliza justo donde aquella empieza. Entretenida, con escenas espectaculares de combate, quizá algo alargadas, sí, pero también contiene momentos magníficos que hacen que el balance a la hora de valorarla sea positivo (podemos concluir, pues, que los costosos reshoots del pasado verano han dado su fruto).

Y ahora entramos en terreno de spoilers. Quedan avisados.

Sorpresa era la palabra que elegía al principio del artículo, y es aplicable por ejemplo a la ya mencionada fotografía tenebrosa de Greig Fraser que envuelve en general todo el metraje, pero también a la magnífica banda sonora de Michael Giacchino, inclusión de última hora ante la baja de Alexandre Desplat, el compositor previsto, y que acompaña las imágenes de música original y vibrante, con muy pocas referencias a los temas clásicos del maestro John Williams (que las hay, en los momentos precisos), y además juega con el espectador, sugiriendo muchos de los cortes originales para después tomar nuevas veredas.


Pero si hay algo que sorprende sobre todas las cosas es el nada publicitado regreso de Grand Moff Tarkin, personaje fundamental en la original “Star Wars” al que dio vida el mítico actor británico Peter Cushing, popular por sus películas de terror con la productora británica Hammer desde la década de los 50. Pero, recordemos, el señor Cushing murió en 1994, deceso que no ha sido óbice para que reaparezca en “Rogue One” en un papel secundario pero de peso gracias a las maravillas de la tecnología CGI. Y ustedes se preguntarán, ¿es el resultado convincente? Sí, es convincente… e inquietante al mismo tiempo, pero funciona, es verosímil en el desarrollo de la historia y, de nuevo, encaja a la perfección con la interpretación del Cushing real en la película del 77.


Estamos, pues, ante un largometraje de guerra, de hombres (y mujeres, en este caso) que se unen para llevar a cabo una misión, y es previsible que no todos ellos lleguen con vida hasta el último fotograma; por eso, durante el proceso de formación del grupo, uno va haciendo sus apuestas: ¿Sobrevivirá el samurai ciego? ¿Lo hará el piloto? ¿Tal vez el rebelde al que da vida Diego Luna? Por supuesto, piensa uno, la protagonista saldrá airosa de la aventura. Bien, pues aquí podríamos recuperar esa antigua expresión de “no queda ni el apuntador”. Ni siquiera el simpático y nuevo robot que aparece como fiel escudero de los protagonistas. No deja de asombrar ese admirable destino oscuro para nuestro escuadrón de héroes, especialmente para una franquicia adquirida por Disney, y de la que muchos temían una infantilización de sus propuestas.


Los últimos minutos de “Rogue One” son especialmente brillantes. Después de casi dos horas de escaramuzas y batallas entre rebeldes y soldados imperiales, tenemos por fin la primera visión, casi demoníaca por su concepción, de un sable láser rojo que se despliega amenazante ante sus enemigos. Se trata, claro, de Darth Vader, de riguroso negro, con su mítico casco impoluto (aquí de nuevo recuperando la voz y la respiración de James Earl Jones), ejerciendo su Fuerza del Lado Oscuro a todos los niveles contra un pobre grupo de rebeldes que son masacrados. Poco antes, los personajes a los que dan vida Felicity Jones y Diego Luna se abrazan después de haber cumplido su misión y esperan resignados a ser devorados por la furia de la Estrella de la Muerte, momento en el que la oscuridad predominante durante el metraje desaparece en favor de una luminosidad que crece y crece hasta convertir la pantalla en un blanco purificador que, sin embargo, aniquila a nuestros protagonistas. Pero, regresando a la escena de Vader, poseído de una fuerza infernal a la búsqueda de rescatar los planos en manos rebeldes, vemos su devastador tránsito por la nave que ha abordado, para comprobar finalmente que llega tarde, porque esos ansiados planos ya están en un nuevo vehículo espacial que se aleja. En su interior, contemplamos cómo llegan a alguien que nos recibe de espaldas pero que, inmediatamente, reconocemos por su vestimenta.

Es la princesa Leia, jovencísima (de nuevo ese inquietante pero efectivo CGI que reconstruye la imagen de la actriz Carrie Fisher), que los acoge con una palabra que cierra la película, que ha movido a nuestros personajes durante dos horas y de la que, sin duda, muchos carecían antes de entrar a la proyección de “Rogue One”.

Esperanza.


viernes, 9 de diciembre de 2016

Los 100 de KIRK DOUGLAS


Kirk Douglas cumple hoy cien años. Cien. Ahí queda eso, demostrando su valía y vitalidad: ya lo había hecho en el ámbito cinematográfico, donde merecidamente es desde hace tiempo una leyenda, pero ahora lo ha confirmado con esa férrea voluntad de permanecer vivo, a pesar del inexorable paso de los años. Sigue en pie Doc Holliday, con una elegancia insultante a pesar de su desaforada pasión por el juego y la botella; también el honesto y ejemplar Coronel Dax; y, por supuesto, el mítico y rebelde Espartaco.


Douglas nos ha acompañado desde sus primeros clásicos (si no la conocen, busquen la extraordinaria “Retorno al pasado” donde interviene como secundario), sus maravillosos westerns, como “Duelo de titanes”, “El último tren de Gun Hill” o “El día de los tramposos”, o las dos obras maestras que hizo con Kubrick: “Espartaco” y “Senderos de Gloria”.


Supongo que queda claro que este blog no se llama “Senderos de Ficción” por casualidad.


Un placer compartir estos años y películas, señor Douglas. Muchas y muy buenas.