miércoles, 7 de diciembre de 2011

Attack the Block

Joe Cornish, guionista y director de Attack the Block, comentó en el pasado Festival de Sitges que siempre había tenido muy claro el concepto de banda sonora que deseaba para su película: “Si tuviésemos a John Williams y John Carpenter en una habitación y terminaran colocados… ¿qué música saldría?”. Y el planteamiento, en vista del resultado final, no pudo haber sido más acertado, ya que la película en sus cortes musicales une con acierto el calado emocional de Williams con el toque electrónico de Carpenter. Además, y ya que estamos con los mixes, Attack the Block podría ser el resultado de coger a Los Goonies y sumergirlos en el universo fascinante de Asalto a la Comisaría del Distrito Número 13, alejándonos del tono infantil de la producción Spielberg y acercándonos al universo más adulto de Carpenter, que, recordemos, suele estar cargado de esos personajes ambiguos que parecen mantenerse a una distancia equidistante del bien y del mal, y que, perfectamente, pueden empezar siendo villanos para terminar convirtiéndose en héroes.



      Cornish, además, resulta ser un tipo gracioso, de esos que poseen la facilidad natural para el comentario ágil y lúcido, lo cual explica el humor presente en la película a lo largo de todo el metraje (dentro de lo posible, recomiendo verla en versión original), a pesar de tratar sobre la invasión de Londres por parte de una serie de extraterrestres capaces de matar sin un solo parpadeo (suponiendo, claro está, que estos aliens, diseñados por cierto de manera brillante y original, pudieran parpadear).
      En la carpa de la FNAC que se colocó frente al Auditori en Sitges, Cornish comentó algunos aspectos de la película, desde su concepción hasta el rodaje, pasando por el proceso de casting (recordemos que el grupo de chavales protagonistas no tenía apenas experiencia alguna en el mundo del cine), pero lo que me llamó la atención es que, además, es un tipo cinéfilo que imagino ha debido ver “En busca del arca perdida” al menos doscientas o trescientas veces, ya que fue capaz de rememorar, no recuerdo ahora a cuento de qué, la famosa anécdota de rodaje en la que los principales protagonistas son Paul Freeman (el elegante y malvado René Belloq) y una mosca con afán de protagonismo que, en apenas un plano, demuestra la absoluta profesionalidad y talento del mejor villano que nos ha dado la saga de Indiana Jones. Creo que casi nadie de los allí presentes sabía de lo que estaba hablando este inglés bonachón (quizá pensaron que Cornish venía de la misma habitación que podrían haber compartido Williams y Carpenter), pero yo no pude por menos que esbozar una sonrisa, porque en cierto modo tranquiliza saber que hay gente tan loca como el que esto escribe, capaces de ver una película hasta la extenuación, descubriendo así anécdotas como la de la mosca (o la del reflejo fugaz del Pozo de Ánimas… ¿alguien sabe de lo que estoy hablando?).



      Anyway, con un reparto de desconocidos donde sólo nos es familiar el rostro de Nick Frost, cómplice habitual de Simon Pegg en películas como Zombies Party o en la reciente Tintín de Spielberg (con guión, por cierto, del señor Cornish, al que imagino colaborando activamente con los otros dos guionistas de la película en el chiste más adulto, incorrecto y divertido de la adaptación de este mítico cómic), Attack the Block es de esas películas tan brillantes, bien hechas, tan enérgicas y bien escritas, que al salir del cine uno lo hace feliz, con las pilas cargadas y la convicción de que el séptimo arte aún tiene muchas cosas buenas que ofrecer. Sin duda, una película fantástica que en Sitges fue capaz de lograr eso que difícilmente se consigue: poner de acuerdo a crítica y público (o, dicho de otro modo, hacer que crítica y público se encierren en una habitación, se coloquen, y salgan de ella cogidos de la mano mostrando la hermosa sonrisa cómplice de un inesperado y unívoco rostro).

©José Luis Ordóñez (texto), diciembre 2011

lunes, 5 de diciembre de 2011

El Manuscrito de Avicena


Hace algún tiempo me llamó la atención una entrevista que escuché en la radio. El autor de una novela recién publicada hablaba con el locutor sobre el hecho de que en su obra se plasmara una situación que la imparable actualidad acababa de confirmar: una Al-Qaeda sin la presencia de Bin Laden. El presentador radiofónico (quizá Carles Francino, quizá Luis Herrero… quizá ambos) se sorprendía y con su tono marcaba lo que de acontecimiento tenía el hecho de que alguien sacara al mercado una novela que, apenas unas horas después de la muerte del líder de Al-Qaeda, se descubría con una trama que actualizaba el panorama en Oriente dentro de una historia de ficción.



    Es lo que sucede en el “El manuscrito de Avicena”, una novela de Ezequiel Teodoro que ya va por su tercera edición y que está demostrando tener unas excelentes piernas en su recorrido omnipresente por la geografía española, a través de prensa y presentaciones en librerías, dándose a conocer y mostrando unas virtudes que sin duda apasionarán a los seguidores de la novela histórica… aunque estoy convencido de que la novela nos ofrecerá todavía más.
    Y digo que estoy convencido porque “El manuscrito de Avicena” reposa en  mi estante de lecturas pendientes (donde, por cierto, empiezan a acumularse libros  a una inquietante velocidad), a la espera de que pueda encontrar un hueco de descanso entre el frenesí laboral y creativo para poder entregarme al placer sereno y apasionante, ese sagrado goce, de las lecturas que desde su premisa atraen, como la novela de Ezequiel, y, además, confirman lo que es un secreto a voces, por más que muchas veces se nos diga lo contrario: la ficción siempre supera (y se anticipa) a la realidad.

©José Luis Ordóñez (texto), diciembre 2011

 



lunes, 14 de noviembre de 2011

Películas para vivir mejor


A propuesta de Pepe Da-Rosa, director del programa de Canal Sur Radio en el que colaboro hablando de cine las madrugadas de los jueves a los viernes, este año hemos reservado un espacio para, además de comentar con ojo crítico y lengua afilada los estrenos semanales, recomendar grandes películas de la historia del cine que sean de corte optimista, que nos dejen un buen sabor de boca, en general comedias, pero con espacio para otros géneros, siempre que se cumpla la máxima de que sea un film que, en algún momento, nos provoque una sonrisa, que nos haga ser más felices después de su visionado y, en definitiva, nos hagan ver la vida de mejor manera. 
            Es decir, nada de Ingmar Bergman, Michael Haneke o Lars Von Trier.
De ahí el título que se me ocurrió acuñar de “Películas para vivir mejor” que encabeza la sección, porque, en el fondo, uno de los objetivos del arte, del cine, la música y la literatura, es hacernos algo más plácida y llevadera nuestra trayectoria en el mundo que nos ha tocado vivir.
Aquí están las películas que hemos disfrutado recordando desde que arrancamos en septiembre:

Cantando bajo la lluvia
El musical de los musicales, la alegría por antonomasia enmarcada en el sublime número que da título a la película, una ejemplar historia sobre el difícil tránsito del cine mudo al cine sonoro. Incluso aquellos que no simpatizan con los musicales caen rendidos ante la aplastante vitalidad y optimismo que rebosa la película de Gene Kelly y Stanley Donen.


La guerra de las galaxias
¿Qué se puede decir que no se haya dicho ya de esta película de George Lucas? Cambió el cine, sí. Creo un universo propio, sí. Fue un éxito técnico y artístico, sí. Pero es que, además, es muy divertida y uno al terminar con ella es un poco más feliz que cuando se sentó a verla, después de presenciar la ceremonia final donde se condecora a Luke Skywalker, Han Solo y Chewaca, bajo la mágica e irrepetible banda sonora del gran John Williams.


Atraco a las 3
Una gozada de talento interpretativo, de guión y de dirección que ilumina y engrandece la historia del cine español. Lo de José Luis López Vázquez aquí, en una sola palabra y por no extendernos, antológico.


El sentido de la vida
La despedida de los Monty Phyton en el cine fue una película episódica que ofreció lo mejor de ellos: irónicos, críticos, cáusticos, salvajes e insobornables, capaces de arremeter contra todos los estamentos de la sociedad sin olvidar el sentido del espectáculo. Humor brillante e inteligente surgido de la BBC que encontró su camino hacia el séptimo arte gracias, entre otros, al beatle George Harrison.


Los cazafantasmas
Clásico ochentero con Bill Murray. ¿Hace falta añadir algo más?


Con faldas y a lo loco
Billy Wilder, Jack Lemmon, Tony Curtis y… Marilyn. No, definitivamente, no hay que añadir nada más… salvo que tal vez es la mejor comedia de la historia del cine.


Arsénico por compasión
Un Frank Capra atípico, un Cary Grant haciendo un papel que hubiera hecho feliz al mismísimo Jim Carrey, dos encantadoras viejecitas con una extraña conciencia social y un brillantísimo elenco de secundarios hacen de esta película una auténtica obra maestra del humor… negro.


Poltergeist
Había que elegir una película de terror debido a la proximidad de Halloween, y creo que Poltergeist cumple la función de hacernos pasar miedo, y provocarnos la sonrisa, como en el magnífico gag final.


Clerks
La primera película de Kevin Smith se financió con lo que se gastaron en café en, por ejemplo, Poltergeist, que antecede en esta lista. Salvaje, deslenguada, divertida y procaz, Clerks posee diálogos antológicos, como el dedicado a los trabajadores de la mítica Estrella de la Muerte de la saga original de George Lucas.

©José Luis Ordóñez (texto), noviembre 2011


lunes, 31 de octubre de 2011

HALLOWEEN


En días como hoy me viene a la cabeza una película que siempre me ha parecido fascinante, que muestra cómo debe ser la narrativa en imágenes y que, además, con el paso del tiempo, no ha perdido un ápice de su grandeza, convirtiéndose en un icono del cine de terror. Simplicidad en su estilo, heredero y deudor de Hitchcock en muchas escenas, elaboradas a partir de un uso continuado del punto de vista, y el grandioso plano secuencia que abre la película, y que recuerda en su construcción técnica al arranque de Sed de mal, de otra figura clásica como Orson Welles, son huellas perdurables que potencian y engrandecen una obra que gira en torno a una babysitter y al hombre del saco.


Pero hablar de Halloween es, sobre todo, hablar de su director, guionista y compositor de la banda sonora, uno de los genios del cine, uno de esos maestros que han dotado a su carrera de una personalidad única, que no se ha plegado a los grandes estudios ni a la necesidad de ser reconocido, y se ha forjado una filmografía que resistirá el paso del tiempo y desde el futuro será contemplada como clásica y ejemplar. John Carpenter es el hacedor de películas como la que ahora comentamos, pero también de otras obras maestras como Asalto a la comisaría del distrito número trece o La cosa.


Regresando al día de hoy, Halloween se antoja como la película ideal, con una Jamie Lee Curtis como protagonista que a partir de aquí se convertiría en la reina del grito, encadenando varios films de terror, y con una banda sonora ya mítica, imprescindible, capaz por sí sola de provocar zozobra en el espectador en la escena inicial de créditos, mientras la cámara se va acercando de manera lenta y progresiva en un asfixiante travelling a una calabaza que tiene una llama en su interior, iluminando de manera amenazante el hueco vacío de los ojos, la nariz y la boca. En definitiva, puro cine por uno de los grandes maestros del encuadre, del diálogo eficaz y conciso, y de temas musicales soberbios y estremecedores: como ya hemos dicho, John Carpenter.


©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2011

martes, 25 de octubre de 2011

SITGES 2011 (3)


Me gustaría escribir ahora unas líneas sobre las películas del festival que me han dejado una huella más visible, las que más me han divertido, hecho reflexionar y fascinado, lo que probablemente haga que las vuelva a ver cuando se estrenen en salas comerciales. De la invasión extraterrestre con ecos carpenterianos de Attack the block, a la realidad desoladora de Sleeping beauty, pasando por la belleza plástica de The artist, estas tres obras demuestran que el cine es un arte vivo, que se retroalimenta, como todos, pero que también crece, madura y evoluciona, consiguiendo eso tan difícil que a veces se produce y hace imperecedero el arte de contar historias: la emoción.


THE ARTIST

Aquí nos encontramos con un pequeño milagro: una película muda, en blanco y negro, sin estrellas y con la ambición de encontrar su público. Después de pasar por varios festivales (el próximo, el Festival de Cine Europeo de Sevilla), The Artist ya venía precedida de excelentes críticas que no puedo sino corroborar, porque estamos ante una obra artística, brillante y divertida que, además, funciona como un homenaje más que evidente al gran Gene Kelly que aparecía en Cantando bajo la lluvia (al cual evoca Jean Dujardin con la frescura y simpatía del mítico bailarín, en una magnífica interpretación). Igual que en el clásico musical, aquí se habla de la difícil transición del cine mudo al cine sonoro, pero mientras que en la película de Donen & Kelly quien tenía dificultades de adaptación era la actriz protagonista, aquí es el galán consagrado el que rechazará la evolución hacia una nueva forma de contar las historias. Con la presencia siempre agradecida de secundarios reconocibles (un John Goodman estupendo, que borda su papel) y algún cameo sorprendente (si uno parpadea se pierde la fugaz aparición de Malcom McDowell), Michel Hazanavicius consigue con The Artist una película inteligente, realizada por alguien que ama el cine para todos aquellos que veneramos el séptimo arte, y además se permite el lujo de homenajear al gran Bernard Herrmann utilizando uno de los temas clásicos que el compositor creó para Vértigo, la obra maestra de Alfred Hitchcock. Una joya.


SLEEPING BEAUTY

Película fría, poseedora de una textura fílmica que de real se hace incómoda (no puedo dejar de pensar en Michael Haneke), con un personaje protagonista veraz y creíble, interpretado por Emily Browning, que nos conduce por el desasosegante sendero de su vida, habituado a dar acomodo al consuelo de perdedores de distinta calaña hasta llegar a las sobrecogedoras escenas que dan título a este film escrito y dirigido por Julia Leigh. Una historia dura, sin concesiones, áspera, llena de vida... y llena de muerte. Tan humana como estremecedora. Tan desoladora como necesaria. Magnífica.


ATTACK THE BLOCK

“El espíritu de John Carpenter ha estado muy presente en la elaboración de esta película”, confesó el guionista y director de la cinta, Joe Cornish, en una rueda de preguntas a la que asistí en la carpa de la FNAC que se instaló en el exterior del Auditori, en el último Festival de Sitges. Hablar de Attack the block es, por tanto, hablar del sentido lúdico del cine, de personajes bien construidos, heroicos (aunque sean adolescentes, algunos de ellos son herederos de esa joya de los 70 que es Asalto a la comisaría del distrito número 13), de la perfecta combinación entre música (excelente banda sonora) e imagen, con diálogos chispeantes perfectamente interpretados que nadan en una naturalidad poco habitual. Joe Cornish consigue en esta película ir a más: tras un buen comienzo, que ya estimula y sorprende al espectador, la historia crece, esquivando siempre caminos habituales y trillados para tomar las decisiones más acertadas, dentro de una historia fantástica que combina con acierto humor, acción y ciencia-ficción. Brillante.

©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2011


domingo, 23 de octubre de 2011

SITGES 2011 (2)


Parte del atractivo del festival reside en sus míticos maratones de películas, donde el espectador disfruta de sangrientas sesiones de goce macabro que, en ocasiones, coincide con el descubrimiento de obras que resultan ser agradables sorpresas cinematográficas (no puedo dejar de pensar en una película loca y salvaje como Dead Snow, con una escena final antológica que, al verla por primera vez, uno se ve inevitablemente obligado a aplaudir).


En el Sitges de esta edición he tenido ocasión de asistir a varios de estos maratones (por supuesto, siempre de madrugada, con la dieta de café y donuts imprescindible para resistir hasta el amanecer), donde a menudo de cuelan cortometrajes interesantes (por ejemplo, La última víctima, con la incombustible Macarena Gómez) o, como este año, episodios de series de televisión, siempre en el campo del género (Femme Fatales).














Aquí dejo algunos comentarios sobre algunas de estas películas que, por un motivo u otro, han llamado mi atención.


HOBO WITH A SHOTGUN

Una locura de ruido y violencia en la que todo el cast parece haber tomado pastillas para sobreactuar… todos salvo el grandioso y sobrio Rutger Hauer, inolvidable replicante en Blade Runner y salvaje y perturbado psicópata en Carretera al infierno, que aquí encarna al héroe de la función, un vagabundo dispuesto a impartir justicia. Es de agradecer el tono general de incorrección que emana de la película.


THE VICTIM

Dirigida, escrita e interpretada por Michael Biehn (todos le recordamos por interpretar al Kyle Reese de Terminator), acompañado en labores interpretativas por su señora esposa, The victim es una película de serie B rodada en dos semanas que cuenta con un arranque interesante y un atractivo final, lo que hace que se recuerde con agrado una vez finalizada la proyección.


KILLER JOE

Una salvajada de cine negro con ecos de Jim Thompson a cargo de William Friedkin, con una escena final antológica entre Matthew McConaughey, Gina Gershon y un muslo de pollo. No digo más.


JUAN DE LOS MUERTOS

Zombis en La Habana. Dechent haciendo un cameo como Preacher Jones. La Revolución. Y Juan buscándose la vida: “Aquí Juan de los muertos, matamos a sus seres queridos, ¿en qué podemos ayudarle?”. Fue un éxito en el último Fantastic Fest de Austin (EEUU).


LOBOS DE ARGA

Comedia de terror brillante, con un reparto de actores en estado de gracia, buenas escenas de acción, secuencias memorables y una sensación permanente de que uno contempla una película hecha para el disfrute continuo del público, como quedó certificado por los continuos aplausos que acompañaron la proyección.


©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2011

martes, 18 de octubre de 2011

SITGES 2011


La visita al Festival de Sitges (o Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, como se conoce en su acepción más oficial) cada año ya se ha convertido en una tradición: es imprescindible acudir a los cines del Retiro, Casino o Auditori para celebrar la magia del cine (fantástico) igual que uno acude en Navidad para reunirse con la familia. Con una programación variada, que a menudo recupera clásicos y joyas olvidadas, películas independientes que tienen más difícil encontrar distribución, así como otras que sí hallarán su camino en las salas comerciales, Sitges se hace un año más con el espacio que existe a principios de octubre (el mes de Halloween, no lo olvidemos) para ofrecernos lo mejor del fantástico en el mundo del cine.



     Creo que la primera película de la que fui consciente de su paso por Sitges fue Posesión Infernal, la siempre reivindicable, adrenalítica y divertida ópera prima de Sam Raimi (recuerdo una presentación que el propio Raimi hizo para el pase televisivo de la película en España en el mítico programa “Noche de lobos”, supongo que coincidiendo con la llegada en el 93 de El ejército de las tinieblas, tercera parte de la trilogía).

  

       Después, siempre he estado atento a los estrenos que procedían del festival, ya fuesen premiados o simplemente exhibidos allí. A un nivel más personal, en 2002 se proyectó mi cortometraje Ojos justo antes de un pase de L’ultimo squalo, película de Enzo G. Castellari que aquí se estrenó como Tiburón 3, y en 2004 De vuelta a casa fue uno de los finalistas dentro de Brigadoon, una sección muy vinculada al mítico Paul Naschy, al que tuve ocasión de ver por última vez en la sesión de clausura de la edición de 2009, cuando salió a escena para recibir un último y merecido homenaje por parte de un auditorio entregado.
 En los últimos dos años he acudido a Sitges acreditado por Canal Sur Radio, lo que me ha permitido informar en programas como “La calle de en medio”  o “Noche da Rosa” de un festival que se encuentra algo alejado de Sevilla pero al que sin duda merece la pena acudir, aun a riesgo de que eso implique quedarse atrapado para siempre en su hipnótica espiral de cine, acrecentada este año por la sabia decisión de ubicar las casetas de merchandising justo al lado de la playa, y con la agradable sorpresa de ver cómo una editorial que se dedica al terror, 23 escalones, dispone de su propio stand. Por cierto, el que desee información exhaustiva sobre la historia del festival aún puede hacerse con el número 42 de Scifiworld, magnífico ejemplar, digno de coleccionista, que nos resume la trayectoria desde su origen en el año 1967 hasta la edición que ahora acaba de concluir.
        Así, ya sea como filmmaker, aficionado o colaborador cinematográfico de programas de radio, asistir al Festival de Sitges es un placer y un regalo para todos aquellos que disfrutamos con el cine fantástico (aún recuerdo el pequeño homenaje que se le rindió en una de las ediciones a Paul Newman, que había fallecido un par de días antes; “¿Por qué recordar a Paul Newman en este festival? Porque es un auténtico… monstruo del cine”, fueron las acertadas palabras que se escucharon aquella noche), con las buenas películas, y donde se encuentra el ambiente más festivo y lúdico, al tiempo que respetuoso, que jamás he presenciado en una sala de cine. ¡Larga vida a Sitges!

©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2011

jueves, 6 de octubre de 2011

No te supe perder, la película

Uno podría pensar que después de haber escrito una novela como No te supe perder, éxito de crítica y público, Salvador Navarro podría haberse recluido en su casa los fines de semana para descansar y así dedicarse a trabajar con tranquilidad en su siguiente (y esperada) novela. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Además de escritor, Salvador ha dado el salto para transformarse en guionista y productor de la adaptación al cine de su propia novela, contando en la dirección de la misma con el premiado cineasta Manuel Benito del Valle. Esta locura (y digo locura por lo que de inesperado, aventura y apasionante tiene el empeño) me confirma lo que ya sospechaba: estamos ante un escritor de convicciones férreas  que además tiene una visión de su obra que va más allá del papel, porque Salvador sabe que en su novela hay una película y por eso va a hacer todo lo posible para que podamos disfrutarla en pantalla grande.


Hace unas semanas contamos con su presencia en Noche Da Rosa (Canal Sur Radio) donde tuvimos ocasión de hablar con él y conocer los avatares de un rodaje en el que ahora mismo sigue inmerso (imagino que en estos momentos más en su faceta de productor que de guionista). Parece que fue ayer cuando acudí a la presentación de su libro y ya se vislumbra el final del rodaje de la película. Pero, además, ahora tenemos ocasión de participar en la producción, y, al igual que ha hecho el propio Salvador, convertirnos en productores de la cinta, gracias al crowfunding; aún podemos formar parte de este pequeño milagro que es la producción independiente, de crear una historia al margen de los cauces habituales y, aun así, llegar al gran público.
Es por todo ello que No te supe perder, la película, es una locura maravillosa, gestada con profesionales andaluces de primera línea, que aportan su ilusión y esfuerzo porque confían en el material del que parten, con un entusiasmo contagioso que se propaga cada vez más y que, a buen seguro, seguirá dando alegrías a todos los que están participando en su gestación.

©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2011

viernes, 30 de septiembre de 2011

Monty Python, leyendas del humor



El humor es lo más difícil, aunque en el caso de los Monty Python todo fluye con una facilidad que pudiera convencer de lo contrario. En sus gags, a menudo inteligentes y corrosivos, se aprecia un cuidado deseo por mantener un orden, una coherencia, dentro del aparente desorden que pudiéramos extraer en un primer visionado. Ver hoy su mítica serie Monty Python Flying Circus es ver lo mejor que se ha hecho en humor para televisión y, en general, una de las cumbres de la comedia en el siglo XX, donde el noble propósito de hacer reír no es incompatible con la mordaz crítica social o la reflexión sobre la existencia y el destino del ser humano. Con una trayectoria en cine que nos deja películas como la magnífica La vida de Brian —siempre agradeceremos a George Harrison su férrea decisión de querer ver esa historia contada por los Python y así convertirse en productor para poder disfrutarla— o El sentido de la vida —una brillante y lúcida sucesión de escenas que nos van llevando por los diferentes estados de la vida—, podemos afirmar sin un excesivo miedo a equivocarnos que el humor que estos señores destilaban en los setenta y principios de los ochenta deja en pañales el supuesto género de comedia que hoy palidece por las pantallas de medio mundo. Creo que John Cleese, Graham Chapman, Eric Idle, Michael Palin, Terry Jones y Terry Gilliam tuvieron suerte de poder mostrar el grueso de su talento creativo en una década que, vista desde la apabullante y aburrida corrección política que nos rodea en la actualidad, se torna en un monumento a la libertad creativa, artística y entusiasta de un grupo de amigos que tuvieron la posibilidad de contarle al mundo su visión de las cosas… y así, se convirtieron en leyenda.

©José Luis Ordóñez (texto), septiembre 2011


lunes, 26 de septiembre de 2011

Escritura en Málaga



En el verano de 2009 tuve ocasión de pasar varias semanas en Málaga, disfrutando de soleados días de playa, turismo ocasional, buenas lecturas y noches de cine. Pero, además, conocí a una serie de escritoras que ahora presentan Cuando vivíamos aquí, su nueva creación literaria. Aunque hablo de memoria, recuerdo el atractivo universo que recreaba magníficamente Inmaculada Reina en sus historias, el áspero mundo que mostraba con envidiable precisión Loli Pérez en sus relatos y el talento que aportaba Isabel Merino a su narrativa, siempre tratando de jugar respetuosamente con el lector. Ahora, como digo, nos traen sus nuevas creaciones en compañía de los demás escritores de puntoyseguido, el grupo literario al que pertenecen, que seguro nos ofrecerán una muestra inteligente y sugestiva de esos mundos que llevan dentro y que progresivamente van saliendo a la luz. El parto será el próximo viernes, día 30 de septiembre, a las 8 de la tarde en el Ateneo de Málaga, y sin duda será una excelente ocasión para tener un encuentro con los siete padresymadres del libro, para así entrar en diálogo con ellos acerca de un recién nacido que, a buen seguro, mostrará a los presentes rasgos de su incipiente belleza.

©José Luis Ordóñez (texto), septiembre 2011

viernes, 23 de septiembre de 2011

Disfrutando con "Atraco a las 3"



Regresar a películas clásicas como Atraco a las 3 (1962) facilita admitir el hecho de que, nos guste o no, el cine que se hace hoy es muy diferente al que se despliega en la comedia de José María Forqué, donde se atrapa al espectador mediante la palabra y la interpretación, con un guión brillante y eficaz y un elenco de actores que es una esmerada selección de los mejores intérpretes que han recorrido el mundo de la escena, el cine y la televisión en España durante el siglo XX. A todo eso hay que añadir, como elemento imprescindible y unificador, la eficaz y solvente puesta en escena de un director que aquí consigue su obra más redonda. Así, con José Luis López-Vázquez a la cabeza, como ese instigador y revolucionario empleado capaz de mover a los suyos hacia un descabezado plan, y sus fieles cómplices, entre los que se encuentran Manuel Alexandre, Cassen, Alfredo Landa, Agustín González y Gracita Morales, el grupo de potenciales criminales, ansiosos por llevar a cabo su plan y así salir de pobres y embarcarse en vidas de lujo, se enfrenta al robo de la entidad bancaria en la que trabajan, acción que determinará el futuro de sus vidas. Sin embargo, todo sufre un inesperado giro cuando, a las labores de cerebro que hemos asignado a López-Váquez, se añadan las de indomable seductor, capaz de perder la cabeza por esa señorita Katia que se pasea por la sucursal y le atrae por la belleza de su rostro, las curvas esbeltas y la voz hipnótica y sugerente, embaucándolo y distrayéndolo de su inicial propósito de atracar el banco… igual que a nosotros los efectos especiales, el 3D y sonido de última gama nos distraen a menudo de encontrarnos con esa buena historia que se diluye entre tantos fuegos de artificio.  

©José Luis Ordóñez (texto), septiembre 2011



lunes, 19 de septiembre de 2011

La escritura y el crimen


Hablemos. Tú y yo. Hablemos de cosas que nos interesan.
El acto de escribir mantiene siniestras conexiones con el acto de perpetrar un crimen; tomemos unos segundos para reflexionar, por ejemplo, sobre la preparación, una fase de indudable importancia que favorece la verosimilitud y la profundidad de un texto. Así, cuando uno va a construir una nueva obra y dispone de la historia —al menos de los rasgos generales que van a permitir no perderse en un amasijo de tramas desvencijadas—, empieza el proceso de documentación, donde explorará el insondable pozo de información que es Internet o buscará el acceso físico a lugares que piense después reproducir, captando así el aroma de la realidad que hará que el lector paladee sin moverse de su salón, disfrutando de escenarios y situaciones que lo harán estremecer —al menos, ésa será la intención.


Por otro lado (el lado obscuro), si uno decide asesinar a ese escritor con el que últimamente compite —ya sea en contratos editoriales, concursos o ferias de las vanidades—, se dedicará a conocer su rutina, a transformarse en su sombra perpetua y fiel, porque, llegado el momento de acometer el crimen, tendrá que disponer de la máxima información para salir indemne de tal atrocidad (esto es lo que uno aprende con el visionado y lectura de películas y libros que versen sobre el tema).
Una vez completada la documentación, pasaríamos a la fase más divertida: ésa en la que las responsabilidades no son excesivas, donde, sí, de acuerdo, seguimos una estructura previamente establecida —siempre es importante tener algo sólido antes de lanzarnos al océano, porque si no podemos acabar en una fosa abisal sin retorno—, pero al mismo tiempo nos damos un margen de libertad para que nuestra creatividad fluya, confiando en nuestra historia y confiando en nuestra musa. De esta manera, podríamos alcanzar un manuscrito de cincuenta o quinientas páginas, aunque no deberíamos olvidar la importancia de la brevedad, una característica que suele reforzar la solidez del conjunto.
Por otro lado (el lado obscuro), si uno decide aplicar esto al mundo criminal, tiene opción de hacer lo que ya hizo de manera brillante y magistral Patricia Highsmith en “Crímenes Imaginarios”: hacer todo lo que haría si fuese a cometer un crimen. En este caso, sigues a ese escritor con el que compites y que tú sientes que obstruye tus merecidas posibilidades de éxito, y ejecutas todos y cada uno de los pasos que harías si fueses a matarlo. Como se ve, pues, es un acto que fomenta el lado más perverso de nuestro perfil creativo, que juega a mantener el control sobre una situación potencialmente macabra; en cualquier caso, por favor, recordémoslo, en esta fase aún no debemos proceder al exterminio de ese magnificado y aguerrido rival que nos obsesiona.
Ya con nuestro manuscrito completado llega el terrible momento de enfrentarse a él por segunda vez; y digo terrible porque la finalización de la escritura de un texto suele ir acompañada de la irresistible aureola de haber completado una obra maestra, mientras que, en esa inevitable revisión que se produce al cabo de las semanas, la opinión sufre un giro drástico y radical de ciento ochenta grados que nos hace considerar seriamente la opción de arrojar esos cincuenta o quinientos folios a la papelera de reciclaje más cercana (ante todo, ecológicos). Bien, pues es durante esa revisión cuando comenzamos a ponernos serios. Aquí es donde empieza el trabajo, donde ajustamos el estilo, corregimos frases, buscamos adjetivos que expresen con más precisión lo que tenemos en un estado febril recorriendo nuestra mente. En definitiva, damos forma a ese texto que aún se encuentra en bruto, que necesita ser pulido, que en algunos tramos necesitará una apropiada reconstrucción; todo para que, en definitiva, consigamos una obra lo más redonda posible.
Por otro lado (el lado obscuro), tenemos que repetir nuestra rutina criminal (el seguimiento, simulación de ejecución y acciones posteriores al asesinato ficticio) hasta que veamos los puntos que no tienen consistencia, aquellas situaciones en las que el crimen finalmente no pudiera cometerse o, tal vez, no sólo no cometerse, sino que además pusiera en peligro nuestra seguridad.
Así, repitiéndose este paso una y otra vez, llegamos al momento final, ése en el que tenemos sobre la mesa un borrador presentable de nuestra obra. Es el momento de ver si hay alguien interesado. Si lo que hemos escrito tiene un valor más allá de nuestro criterio ya inevitablemente subjetivo.
Por otro lado (el lado obscuro), ya has trazado en tu mente el crimen perfecto. Has valorado y sopesado todas las posibilidades hasta llegar a la conclusión de que si sigues fielmente lo trazado y ensayado con anterioridad, tu macabra misión resultará en un éxito incontestable.
Finalmente, recibes una llamada. Alguien se interesa por tu obra. Haces las últimas correcciones.
Por otro lado…
Bueno, por otro lado quizá ya sepas que estoy hablando de ti.
Que tal vez te haya seguido en las últimas semanas, que haya mimetizado tus costumbres, tus gestos, tus reacciones. Que un día, cuando entres en tu casa, te esté esperando detrás de la puerta para golpearte con un candelabro, hacer desaparecer tu cuerpo y limpiar las huellas.
Porque tú sí que escribes bien, y nadie como tú puede contar esa historia que llevas dentro; en realidad sólo tienes que encontrar el formato para que salga al exterior (¿es un relato, un poema, una novela, un guión o una obra de teatro?), las herramientas adecuadas y el momento idóneo.
Ése es el único crimen que ahora vislumbro: que no estés escribiendo.
Por eso, hazme caso y cierra la puerta de tu despacho; siéntate dispuesto a escribir, apaga el móvil, apaga la televisión, la radio, el Spotify, cierra el correo electrónico y todas las redes sociales.
Sólo la palabra y tú.
Porque no hace falta nada más para que surja la vida.

© José Luis Ordóñez (texto), septiembre 2011