viernes, 23 de septiembre de 2011

Disfrutando con "Atraco a las 3"



Regresar a películas clásicas como Atraco a las 3 (1962) facilita admitir el hecho de que, nos guste o no, el cine que se hace hoy es muy diferente al que se despliega en la comedia de José María Forqué, donde se atrapa al espectador mediante la palabra y la interpretación, con un guión brillante y eficaz y un elenco de actores que es una esmerada selección de los mejores intérpretes que han recorrido el mundo de la escena, el cine y la televisión en España durante el siglo XX. A todo eso hay que añadir, como elemento imprescindible y unificador, la eficaz y solvente puesta en escena de un director que aquí consigue su obra más redonda. Así, con José Luis López-Vázquez a la cabeza, como ese instigador y revolucionario empleado capaz de mover a los suyos hacia un descabezado plan, y sus fieles cómplices, entre los que se encuentran Manuel Alexandre, Cassen, Alfredo Landa, Agustín González y Gracita Morales, el grupo de potenciales criminales, ansiosos por llevar a cabo su plan y así salir de pobres y embarcarse en vidas de lujo, se enfrenta al robo de la entidad bancaria en la que trabajan, acción que determinará el futuro de sus vidas. Sin embargo, todo sufre un inesperado giro cuando, a las labores de cerebro que hemos asignado a López-Váquez, se añadan las de indomable seductor, capaz de perder la cabeza por esa señorita Katia que se pasea por la sucursal y le atrae por la belleza de su rostro, las curvas esbeltas y la voz hipnótica y sugerente, embaucándolo y distrayéndolo de su inicial propósito de atracar el banco… igual que a nosotros los efectos especiales, el 3D y sonido de última gama nos distraen a menudo de encontrarnos con esa buena historia que se diluye entre tantos fuegos de artificio.  

©José Luis Ordóñez (texto), septiembre 2011



2 comentarios:

  1. Creo que cuando se hacían esas películas había otra manera de entender la vida, que el tiempo tenía otra medida distinta, y al verlas surge un extrañamiento y una mutación imprerecederos.

    Ala, ya lo dije!

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