viernes, 30 de septiembre de 2011

Monty Python, leyendas del humor



El humor es lo más difícil, aunque en el caso de los Monty Python todo fluye con una facilidad que pudiera convencer de lo contrario. En sus gags, a menudo inteligentes y corrosivos, se aprecia un cuidado deseo por mantener un orden, una coherencia, dentro del aparente desorden que pudiéramos extraer en un primer visionado. Ver hoy su mítica serie Monty Python Flying Circus es ver lo mejor que se ha hecho en humor para televisión y, en general, una de las cumbres de la comedia en el siglo XX, donde el noble propósito de hacer reír no es incompatible con la mordaz crítica social o la reflexión sobre la existencia y el destino del ser humano. Con una trayectoria en cine que nos deja películas como la magnífica La vida de Brian —siempre agradeceremos a George Harrison su férrea decisión de querer ver esa historia contada por los Python y así convertirse en productor para poder disfrutarla— o El sentido de la vida —una brillante y lúcida sucesión de escenas que nos van llevando por los diferentes estados de la vida—, podemos afirmar sin un excesivo miedo a equivocarnos que el humor que estos señores destilaban en los setenta y principios de los ochenta deja en pañales el supuesto género de comedia que hoy palidece por las pantallas de medio mundo. Creo que John Cleese, Graham Chapman, Eric Idle, Michael Palin, Terry Jones y Terry Gilliam tuvieron suerte de poder mostrar el grueso de su talento creativo en una década que, vista desde la apabullante y aburrida corrección política que nos rodea en la actualidad, se torna en un monumento a la libertad creativa, artística y entusiasta de un grupo de amigos que tuvieron la posibilidad de contarle al mundo su visión de las cosas… y así, se convirtieron en leyenda.

©José Luis Ordóñez (texto), septiembre 2011


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