martes, 18 de octubre de 2011

SITGES 2011


La visita al Festival de Sitges (o Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya, como se conoce en su acepción más oficial) cada año ya se ha convertido en una tradición: es imprescindible acudir a los cines del Retiro, Casino o Auditori para celebrar la magia del cine (fantástico) igual que uno acude en Navidad para reunirse con la familia. Con una programación variada, que a menudo recupera clásicos y joyas olvidadas, películas independientes que tienen más difícil encontrar distribución, así como otras que sí hallarán su camino en las salas comerciales, Sitges se hace un año más con el espacio que existe a principios de octubre (el mes de Halloween, no lo olvidemos) para ofrecernos lo mejor del fantástico en el mundo del cine.



     Creo que la primera película de la que fui consciente de su paso por Sitges fue Posesión Infernal, la siempre reivindicable, adrenalítica y divertida ópera prima de Sam Raimi (recuerdo una presentación que el propio Raimi hizo para el pase televisivo de la película en España en el mítico programa “Noche de lobos”, supongo que coincidiendo con la llegada en el 93 de El ejército de las tinieblas, tercera parte de la trilogía).

  

       Después, siempre he estado atento a los estrenos que procedían del festival, ya fuesen premiados o simplemente exhibidos allí. A un nivel más personal, en 2002 se proyectó mi cortometraje Ojos justo antes de un pase de L’ultimo squalo, película de Enzo G. Castellari que aquí se estrenó como Tiburón 3, y en 2004 De vuelta a casa fue uno de los finalistas dentro de Brigadoon, una sección muy vinculada al mítico Paul Naschy, al que tuve ocasión de ver por última vez en la sesión de clausura de la edición de 2009, cuando salió a escena para recibir un último y merecido homenaje por parte de un auditorio entregado.
 En los últimos dos años he acudido a Sitges acreditado por Canal Sur Radio, lo que me ha permitido informar en programas como “La calle de en medio”  o “Noche da Rosa” de un festival que se encuentra algo alejado de Sevilla pero al que sin duda merece la pena acudir, aun a riesgo de que eso implique quedarse atrapado para siempre en su hipnótica espiral de cine, acrecentada este año por la sabia decisión de ubicar las casetas de merchandising justo al lado de la playa, y con la agradable sorpresa de ver cómo una editorial que se dedica al terror, 23 escalones, dispone de su propio stand. Por cierto, el que desee información exhaustiva sobre la historia del festival aún puede hacerse con el número 42 de Scifiworld, magnífico ejemplar, digno de coleccionista, que nos resume la trayectoria desde su origen en el año 1967 hasta la edición que ahora acaba de concluir.
        Así, ya sea como filmmaker, aficionado o colaborador cinematográfico de programas de radio, asistir al Festival de Sitges es un placer y un regalo para todos aquellos que disfrutamos con el cine fantástico (aún recuerdo el pequeño homenaje que se le rindió en una de las ediciones a Paul Newman, que había fallecido un par de días antes; “¿Por qué recordar a Paul Newman en este festival? Porque es un auténtico… monstruo del cine”, fueron las acertadas palabras que se escucharon aquella noche), con las buenas películas, y donde se encuentra el ambiente más festivo y lúdico, al tiempo que respetuoso, que jamás he presenciado en una sala de cine. ¡Larga vida a Sitges!

©José Luis Ordóñez (texto), octubre 2011

1 comentario:

  1. Me ha gustado la crónica...y ahora sigo con mis deberes de amiga y me leo el relato :-)

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