domingo, 4 de agosto de 2013

LECTURAS MACABRAS


Llueve. Es de noche. Conduces. Te deslumbran los coches que vienen de frente y estás cansada. La inquietud anida en tu cuerpo y te hace pensar que todo va a salir mal. Si te quedas dormida podrías tener un accidente y entonces descubrirse lo de tu robo. Cuarenta mil dólares. Mierda. Pero entonces, a través del parabrisas empapado de agua, ves las luces salvadoras: Bates Motel.



De verdad, ¿alguien puede no tener curiosidad por saber qué fue de Norman Bates después de ingresar en el psiquiátrico? El recuerdo de la obra maestra de Alfred Hitchcock es tan poderoso que ha eclipsado por completo el sustrato literario en el que se basa, haciendo olvidar al autor de la novela, Robert Bloch, y a gran parte de su obra, de la que hasta hace poco no había demasiadas traducciones.



Antes de centrarnos en la novela que justifica este post, no está de más recordar la saga cinematográfica que ha seguido el personaje de Norman Bates. Como cualquier cinéfilo (o no) recordará, todo arranca con Alfred Hitchcock, Anthony Perkins, Saul Bass y, claro, Bernard Herrmann, todos ellos encargados de ajusticiar con arma blanca a Janet Leigh en una escena que, merecidamente, forma ya parte de la historia del cine. Tuvieron que pasar veinte años para que empezaran a gotear las secuelas, siendo la más destacada de todas ellas Psicosis II, dirigida por Richard Franklin, una obra que ya nada tenía que ver ni con Hitchcock ni con Bloch y que, a pesar de luchar contra el recuerdo de su predecesora, se convertía en una interesante propuesta, aunque ciertamente alejada de la genialidad de la película original.


Y todo esto nos lleva a Psicosis II, la novela, continuación que escribe Robert Bloch (y que, como hemos señalado, nada tiene que ver con la película de Franklin) retomando el personaje de Norman Bates, al que descubrimos años después en el psiquiátrico, y que comienza de manera directa: “Norman Bates miraba fijamente por la ventana de la biblioteca, intentando con todas sus fuerzas no ver los barrotes”.



Uno intuye el placer que pudo extraer el propio Bloch de esta secuela literaria, en la que la acción en determinado momento de la novela se traslada a un Hollywood donde se está rodando, precisamente, una película inspirada en los crímenes perpetrados años atrás por Norman Bates (no es difícil aquí anticipar parte de los argumentos de la saga Scream). Y digo placer porque, si son ciertas las noticias que nos han llegado a través de los años, la relación del escritor con el mundo del cine no fue demasiado positiva (Hitchcock se las arregló para pagar una cantidad relativamente baja por los derechos de Psicosis y, años después, cuando se empezó a trabajar en la secuela cinematográfica, los ejecutivos del momento rechazaron los intentos de Bloch para unirse al proyecto), y eso hace que Psicosis II pueda leerse también como un ajuste de cuentas con el mundo del cine. No es difícil, pues, encontrar cierto humor en los extractos relativos a los componentes del equipo de rodaje, con el que no sería demasiado difícil establecer algún paralelismo con el equipo real de la película de Hitchcock. La novela discurre con la eficacia y el buen pulso narrativo de Bloch, aunque hacia el último tramo uno ya intuye el truco maquinado por el escritor para, de nuevo, sorprender a sus lectores. Aun así, se agradece el oficio, el hábil uso del punto de vista y el ritmo que se imprime a las andanzas del señor Bates.



Y, por cierto, mientras alguna editorial se anima con la traducción y publicación de Psycho House, la última entrega literaria de la saga creada por Bloch, no está de más recordar esa joya que se editó poco antes de su muerte: una edición en tapa dura de Psicosis firmada por el autor, con prólogo de Richard Matheson y epílogo de Ray Bradbury. Creo que más de uno estaría dispuesto a pasar una noche en el Bates Motel con tal de hacerse con una copia.


Incluso darse una ducha.





©José Luis Ordóñez (texto), agosto 2013


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