lunes, 17 de diciembre de 2018

Desenterrando SAD HILL


Me gusta el cine que emociona, el cine que parece no estructurarse en base a una teoría ni sigue unas reglas (aunque, evidentemente, haga ambas cosas); me repele, en cambio, ese otro cine que, desde su mismo origen, parece hacerse para espectadores exquisitos, de una determinada raza intelectual, que exhibe aparentes valores cinematográficos, con supuestas inquietudes culturales y sociales, que se muestran sin pudor. Me gusta, pues, el cine que apela a la emoción: la aparición de Orson Welles en “El tercer hombre”, James Stewart con la pierna escayolada espiando a sus vecinos en “La ventana indiscreta”, Clint Eastwood enfrentándose a los matones de “El jinete pálido”, Harrison Ford en el Pozo de Ánimas de “En busca del arca perdida”… y ahora me emociona “Desenterrando Sad Hill”, un maravilloso documental que acredita la hazaña de un puñado de locos cinéfilos dispuestos a rescatar la magia del olvido y recuperar un escenario mítico y fundamental de la obra maestra que es “El bueno, el feo y el malo”, dirigida por el gran Sergio Leone hace más de medio siglo, con el magistral acompañamiento en la banda sonora original de Ennio Morricone. Me la perdí en Sitges, donde este año no pude ir, y tampoco la vi cuando se estrenó en Sevilla (un solo día, un solo pase, limitaba bastante las opciones de acercarse al cine), pero gracias a Netflix he podido disfrutar de esta deliciosa película que narra algo aparentemente trivial, que tal vez pudiera verse como un capricho sin mucho sentido, pero que demuestra que no hay empresa intrascendente si hay pasión, entrega, talento e ilusión… elementos que unidos crean, de la nada desértica, una maravillosa pieza audiovisual que, espero, llegue a todos los rincones del mundo, porque, por si no lo sabían ya, se lo digo: “Desenterrando Sad Hill” es una de las mejores películas del año.


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