El
profesor Abe Lucas se siente apagado, nada ilumina su vida y ni siquiera la esplendorosa
belleza de Emma Stone es capaz de sacarlo del profundo pozo de pesimismo
existencial al que se sabe condenado y sin ninguna esperanza de emerger. Parece
evidente, pues, que tiene un gran problema. El hecho de que la materia
impartida sea filosofía no le ayuda, igual que tampoco Parker Posey, compañera
de trabajo, empeñada en iniciar junto a él una aventura fuera de su matrimonio.
Así pues, este docente de exuberante barriga cervecera, al que interpreta de manera
fantástica un gran Joaquin Phoenix, está ya de vuelta de todo. Cuesta abajo. Tanto que,
incluso, se ve capaz de jugar a la ruleta rusa sin ningún tipo de miedo; de
hecho, si acertara con la única bala presente en el tambor de la
pistola y su vida terminara en ese momento sentiría, por fin, un gran alivio.
Ah, pero… ¿quién le iba a decir que algunas cosas son capaces de iniciar, de
repente, una gran transformación en la vida? ¿Qué tal la inesperada posibilidad
de crear… justicia? Así contado,
parecería que estamos ante una película que esboza un positivismo descarado: la
consecución de equilibrar la balanza en una determinada situación provoca que
nuestro desganado protagonista recupere, por fin, las ganas de vivir (y, de
paso, encender el deseo de meterse en la cama con Parker Posey y Emma Stone).
Sin
embargo, no todo es tan sencillo, porque nuestro profesor de filosofía halla su
incentivo vital en la posibilidad de detener las corruptelas de un acomodado
juez, evitando así que continúe ejerciendo una dudosa labor que deparara
infelicidad y desgracias a mucha gente. Un momento, ¿he dicho detener? Quería decir eliminar. Asesinar. Cuando se activa en la
cabeza de Abe Lucas la posibilidad de hacer verdadera justicia matando a un
tipo corrupto que no la imparte (cuando debería, ya que es su oficio), su mente
empieza a fantasear con diferentes posibilidades hasta que encuentra una que le
lleva, de manera satisfactoria, al ansiado (y tan literario) crimen perfecto (no obstante, ¿considerará moral también su particular aplicación del orden universal o será, simplemente, producto de una deformada visión de la realidad?).
Pero
por muy perfecto que el crimen pueda llegar a ser, surgirán contratiempos,
dificultades y escollos que harán que, inevitablemente, tenga que enfrentarse a
ellos, sortearlos y así poder disfrutar de esa vida que, después de mucho
tiempo, vuelve a sonreírle. Después de todo, “Irrational Man” es una película y
no la vida real.
Woody
Allen continúa demostrando su talento a la hora de crear conceptos atractivos y
desarrollarlos con la habilidad del que conoce su oficio. “Irrational Man” es
magnífica por muchos motivos. Entre ellos, plantea una idea tan irreverente
como la del crimen justificado como panacea para revitalizar a un hombre sin
aparente ilusión e interés por vivir, sugiere una extraña aplicación de la
justicia poética donde la casualidad (o no) es, en cierto modo, también
provocada por el protagonista, y posee hermosas imágenes visuales donde el mar
se alza como ese lugar donde alcanzar la “muerte más dulce”. Aunque Joaquin
Phoenix resalta en el estupendo cast
(algo habitual en el director neoyorquino), no podemos olvidarnos de la siempre
eficiente Parker Posey y la hipnótica Emma Stone, que aquí repite con Allen
después de “Magia a la luz de la luna”. Si quieren disfrutar de buen cine, ese
que le hace a uno interesarse por los personajes y tramas y acosa los pensamientos
una vez ha finalizado la proyección, mi recomendación es este hombre irracional, lo mejor que se ha
estrenado durante el mes de septiembre.
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