martes, 29 de mayo de 2012

Dos momentos de Terror


Ha querido el destino (y las fuerzas que dominan esa entelequia de la Distribución) que se estrenen de manera simultánea dos películas muy diferentes unidas por provocar una misma sensación, que, siendo subjetiva por cuanto a diferentes personas es inducida por diferentes medios (conviene señalar al respecto que, no obstante, últimamente lo que provoca más inquietud y zozobra es ver el telediario o escuchar las noticias en la radio), sigue siendo la que nos guía en nuestro aprendizaje desde la infancia.
Hablamos, por supuesto, del miedo.


“Martha Marcy May Marlene” (USA, 2011 / Sean Durkin) es una película independiente que bucea en el funcionamiento cotidiano de una secta cuyo líder (impresionante John Hawkes) mantiene férreas convicciones acerca de cómo debe ser el microcosmos en el que viven: conviviendo en una granja, labrando la tierra, potenciando el amor libre y desconectándose de todo aquello que no entienda ese particular modo de vida del que él es el sumo creador. Manteniendo siempre el convincente punto de vista de la protagonista (excelente Elizabeth Olsen), acompañamos al personaje principal en su huida y posteriores miedos, al tiempo que completamos la información con sabrosos flashbacks que nos expanden el conocimiento de sus experiencias. Con un ritmo sosegado y final ambiguo, la película, además, nos regala el momento de terror al que aludíamos al inicio, cuando el líder de la secta y varios acólitos irrumpen en el hogar de la familia de una de las chicas acogidas, donde  se establece un inquietante diálogo con el dueño de la casa, sorprendido ante la presencia de extraños, en una escena que recuerda en cierto modo a “Funny Games”, y cuyo desenlace  agita la tranquilidad interior y permanece en la retina.


“La maldición de Rookford” (UK, 2011 / Nick Murphy) obedece a criterios muy diferentes en su construcción: deudora del terror más clásico, aquí encontramos la (más o menos) típica historia de fantasmas dentro de una gran mansión (en la línea marcada desde finales del diecinueve en el ámbito literario por Henry James con “Otra vuelta de tuerca”), donde detectamos elementos comunes que ya forman parte de nuestro imaginario. Aun así, la historia está bien llevada, genera interés y sorprende (y desconcierta) en su tramo final. Rebecca Hall aporta la naturalidad necesaria para alguien que permanece casi todo el tiempo en pantalla, y nos conduce al momento más escalofriante de la película: ella, una descreída del mundo de los fantasmas, llega a la mansión para comprobar si realmente existe ese espíritu que los niños que allí reciben clase a diario dicen haber visto, y que, por tanto, no es otro de los timos y engaños que está acostumbrada a desenmascarar, y es en una breve escena, en la que contempla una mansión en miniatura que representa diferentes momentos de la realidad reciente, cuando la sabia planificación es capaz de hacernos botar del asiento sin necesidad de efectos de sonido estridentes, montajes caóticos o efectos de maquillaje extremos, demostrando que el miedo, al menos en pantalla, es la consecuencia lógica de la inteligente sucesión de unos planos bien administrados.
Independiente o clásico, el terror sigue vivo en nuestras pantallas.

©José Luis Ordóñez (texto), mayo 2012

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