Hay
una sensación maravillosa que, a veces, se produce en el interior de una sala
de cine, y es cuando el metraje de la película comienza a proyectarse sobre la
gran pantalla y, tras sus primeros minutos, descubres que no te has equivocado,
que has elegido sabiamente entre la diversa oferta audiovisual. En realidad,
esto no deja de ser una reformulación de lo que ya afirmaba el productor y
director de cine estadounidense Cecil B. DeMille cuando decía eso de que una
película debía empezar con un terremoto y después ir hacia arriba, entendiendo
que ese terremoto pueda ser un
personaje interesante, una escena potente, una situación memorable, un diálogo
eléctrico, un anticipo inteligente de lo que está por venir... algo que, en
definitiva, capte nuestro interés como espectadores; y no necesariamente, como
vemos, el tipo de terremotos con los que suelen empezar las películas de James
Bond, Indiana Jones o la saga "Misión imposible".
Esa es la misma sensación que uno
tiene con los primeros minutos de "El mundo es vuestro", la nueva película de Alfonso Sánchez que, a lo largo de su poco más de hora y
media de duración, retoma personajes de sobra conocidos (esos compadres a los que el propio Sánchez y
Alberto López dan vida con la naturalidad y frescura habituales), añade otros
nuevos al reparto y algunos más que, siéndolo, son, sin embargo, muy, muy familiares. El gran acierto de este
prólogo reside en la contención, la subversión de roles y expectativas, y,
claro, en la extraña empatía entre el protagonista y el agente al que da vida
un brillante Antonio de la Torre. Este es, pues, el excelente punto de partida
que después nos conduce al espacio donde se va a desarrollar la práctica
totalidad del metraje, en lo que parece una concurrida hacienda donde se reúnen
lo más poderoso, tradicional, revolucionario y casposo del país, y donde
surgirán oportunidades de negocios con grandes inversores detrás; lo de la
ocupación de la España vaciada, con China de por medio, antológico, así como
esa cacería absolutamente memorable en la que los políticos charlan de sus
cosas... cosas que, en el fondo son las nuestras... pero que siempre, como comprobamos,
serán solo suyas.
Así, la política está presente de
una manera corrosiva e inteligente, crítica y lúdica, con un sano espíritu de
repartir a diestro y siniestro, lo que haría de esta una película muy
recomendable para ser proyectado en el Congreso de los Diputados; creo que
todos pagaríamos por ver las reacciones de sus señorías mientras, camufladas en
la sana oscuridad de una buena sala de cine, contemplan figuras similares a las
suyas en conversaciones que, probablemente, de un modo u otro, resuenen en sus
cabezas.
Pero más presente, y con el eco aún
cercano del centenario de su nacimiento celebrado en 2021, es el espíritu del mítico
director de cine Luis García Berlanga, para nada disimulado (¿por qué habría de
serlo?), y que aquí se muestra ágil y, por momentos, exuberante, con planos
secuencia que son auténticos tour de
force y provocan admiración desde el lado de la contemplación objetiva y
analítica, y honesta diversión desde la butaca del espectador. Hay otros
referentes obvios que se adaptan a nuestra propia situación como país en estos
tiempos: ahí están, para su disfrute, momentos muy Monty Python y guiños claros
al cine de Quentin Tarantino o al propio spaguetti
wéstern.
He leído, o tal vez escuchado, que
esta película está diseñada para cerrar una denominada trilogía del enterismo que comenzó con "El mundo
es nuestro" (2012), continuó con "El mundo es suyo" (2018) y
ahora parece concluir. Tal vez sea esa la intención, pero el cine es imagen y
la imagen no miente; después de todo, no se cierra la historia con los héroes
alejándose, cabalgando hacia la puesta de sol, como final bello y definitivo a
una historia (aunque tampoco del todo concluyente... ¿acaso no recuerdan el último
plano de "Indiana Jones y la última cruzada"?). Aquí los personajes
principales no se alejan del espectador, sino que se acercan, caminan hacia la
cámara (o hacia la pantalla), y se acercan tanto que acaban sobrepasándola,
dejándonos sin ver hacia dónde van pero también con ganas de girar la cabeza y
seguir con la mirada el destino de su próxima aventura.
"El mundo es vuestro" es
una muestra de cine con clara vocación comercial, que busca la comedia desde
diferentes ángulos y se apoya en el trabajo actoral donde, más allá de unos
protagonistas que ya conocemos y con los que disfrutamos, brillan esos
secundarios (siempre tan imprescindibles) que, ya sea con mayor o menor
presencia en pantalla, aparecen dibujados con cariño y como parte fundamental
de esta película (deslumbran, particularmente, Carmen Canivell, Teresa Arbolí o
Carlos Olalla, por citar tres), una obra que encuentra con facilidad algo tan
difícil como el tono adecuado (gracias, por ejemplo, a la música de Juan Cantón
o la fotografía de Alejandro Espadero) y que es muchas más cosas, pero, sobre
todo, una muestra de buen cine, a contracorriente, osado y cinéfilo, una
tormenta perfecta de Berlanga, los Monty Python y Tarantino en la España de
2022.
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