domingo, 3 de mayo de 2020

Póker de CINE (6)


De esas películas que hoy no se podrían hacer, y que sería muy difícil adaptar al momento actual. Hay muchas cosas apasionantes en "El carnicero", de Claude Chabrol, pero me quedo con el personaje de la maestra de escuela y sus decisiones (o no decisiones), y el tramo final, donde uno comprueba lo maravilloso de lo inesperado y que, en realidad, no ha estado viendo en ningún caso cine de terror (aunque haya algún momento realmente terrorífico). La cotidianidad del pequeño pueblo, la boda con la que arranca la historia (de una realidad que parece perdida en el cine), los paseos y charlas en plano secuencia y, cómo no, ese carnicero diestro en su oficio (y con cierta afición por perfeccionarlo en su tiempo libre) hacen de esta película, aparentemente pequeña, una auténtica joya. Y, antológico y memorable, ese BESO de Stéphane Audran a su carnicero. Como sus interpretaciones.


Una bestialidad que queda perfectamente definida en su primer plano, una vista panorámica de 360 grados: asfixiante, despiadada, pesadillesca, inevitable. Qué películas se marcaban en los 70. Donald Pleasance tiene poco metraje, pero espectacular. La caza de canguros, sobrecogedora. Ese universo descrito en "Despertar en el infierno", terrorífico. Si se atreven, búsquenla.


Mel Gibson es un hábil y certero director, como ha demostrado en trabajos previos y posteriores, pero me quedo con "Apocalypto", su mejor película, una vibrante aventura que te atrapa y casi ni te permite pestañear, al tiempo que ofrece imágenes que forman un juego de espejos que llega a su cúspide en el tramo final, donde hay cierto plano, revelador, entre sorprendente e inquietante (alucinógeno, imagino, para los personajes de la película) que es para levantarse y aplaudir... al tiempo que hace tragar saliva al espectador. Magnífica.


Se podrían comentar muchas cosas de "Los ojos sin rostro" -cómo se mueve entre el drama, el terror o el thriller, por ejemplo-, pero me quedo con dos aspectos que me parecen extraordinarios: el plano final, lleno de poesía, que le da un sentido aún mayor a todo lo que hemos visto anteriormente, y la estupenda banda sonora de Maurice Jarre, desde ese arranque donde vemos a Alida Valli conduciendo el coche para transportar cierta mercancía macabra. Magnífica. 



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