viernes, 1 de abril de 2016

Bone Tomahawk



Hay películas que desde el primer plano, desde la primera secuencia, sabes que van a estar bien. ¿Por qué? A veces es la planificación, en otras ocasiones son los actores, a menudo el ritmo, sosegado o frenético, que hipnotiza al espectador desde el principio. Pero siempre es por la verdad, en definitiva, que desprenden sus imágenes. Es el caso de “Bone Tomahawk”, un western extraordinario donde se respira cine en sus secuencias. Por ejemplo, desde el cariño con que se han escrito sus personajes: realmente magnífico y entrañable Richard Jenkins; viviendo una segunda juventud heroica Kurt Russell; el mejor papel en pantalla grande para Matthew Fox; y un Patrick Wilson que nos transmite su dolor a cada (maltrecho) paso que da. Hay imágenes que aquí que perduran: ellos cuatro cabalgando a través del campo hacia un destino tenebroso; el personaje de Matthew Fox manteniendo la atípica elegancia de su vestimenta en el desolado pueblo de Bright Hope; todas las miradas entre Russell y Jenkins y, sobre todo, el final épico. Sin revelar mucho, decir que tan solo unos disparos en la lejanía y una piedra que cae componen en imágenes cine de alta graduación. En resumen, se enfrentan ustedes a un western magistral, sobrio, que avanza en su trama con paso firme y despiadado y ofrece, sorprendentemente, lúcidas pinceladas de un humor inspirado que alivia la tensión de la historia. Es, sin duda, la mejor película que se ha estrenado (de manera simbólica, eso sí) en salas en lo que llevamos de 2016. Ahora, gracias al proyecto seff365, una iniciativa que parte del Festival de Cine Europeo de Sevilla, se ha podido ver en pantalla grande en el Teatro Alameda de la capital andaluza. He dicho en pantalla grande, sí. En el CINE. El único lugar donde apreciar en su totalidad la gloriosa película de S. Craig Zahler.


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