La llegada del verano me trae el recuerdo de esas lecturas mágicas de
la infancia capaces de transportarte bien lejos, de llevarte de la mano hacia
mundos donde te sientes parte de la acción, donde vives las aventuras de
personajes con un acusado sentido del honor, en historias a menudo entrañables
que te hacían tomar cariño hacia muchos de aquellos protagonistas.
Ahora que hemos dejado atrás la infancia podemos comprobar con
inevitable alegría que nuevas novelas son capaces de provocar un sentimiento
similar. La primera prueba de que la magia perdura es la deliciosa portada a la
que uno se enfrenta cuando sostiene el libro en sus manos: el descuadrado
fragmento de una página del periódico “El Planeta”, con una ilustración central
que recrea una de las escenas de acción que hallaremos bien entrada la obra, provoca
ya el deseo de adentrarnos en ese mundo sugerido. Hablamos, claro, de “El
hombre sin rostro” de Luis Manuel Ruiz (Editorial Salto de Página), una novela
que parece escrita con el detalle preciso que diluye las fronteras entre lo
real y lo imaginado, que nos transporta a un mundo de misterio y crimen, pero
también de aventura y mucho humor, con espacio para esas hábiles sorpresas
capaces de provocar la sonrisa en el lector. Agrada, cómo no, el idealismo de
su protagonista, Elías Arce, reportero intrépido embarcado en una aventura que
parece venirle grande, vehículo ideal para desplegar situaciones de comedia en
diferentes pasajes de la novela.
Literatura para todos los públicos y de asegurado disfrute, “El hombre
sin rostro” sugiere (o a mí me lo parece) que el universo creado por Luis
Manuel Ruiz en ese Madrid de comienzos del siglo XX podría no reducirse a la
magnífica aventura escrita en este libro, sino que podría dar pie a otras
gozosas historias con el propio Arce, el profesor Fo e Irene Fo como
protagonistas.
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