(continuamos con
nuestra miniserie…)
AL FINAL DE LA
ESCALERA (Peter Medak, 1980)
La vigencia de esta
película se sostiene en tres pilares indiscutibles: la inteligente dosificación
de la información que encontramos en el guión (ayudados aquí por un título en
español más críptico y sugerente que el original), propia de una historia clásica
de fantasmas como la que nos ocupa; la majestuosa dirección de Peter Medak,
aquí en la obra más inspirada de su carrera; y en la sobriedad y humanidad que
transmite George C. Scott, un actor extraordinariamente solvente tanto en el
campo del drama como en el de la comedia, con una facilidad pasmosa para decir
todo con una mirada o un gesto, ya sea de crispación o de empatía.
Por otro lado, siempre
he pensado que “Al final de la escalera” tiene una de esas grandes escenas de
arranque que te enganchan de manera fulminante para presenciar el resto de la
película. Nos sobrecoge, sí, pero también nos hace caminar desde ese momento al
lado del protagonista, siguiendo de manera fiel su sombra sin ningún tipo de
fisuras. Emprendemos con el protagonista, pues, un viaje que, conforme va
avanzando, se va haciendo más y más inquietante, para él y también para
nosotros, que sentimos el miedo más cerca a medida que la verdad se va
revelando (una verdad que, en cualquier caso, será difícil que sea más dura que
la marcada por la escena del inicio). Así, esos golpes que retumban en la gran
casa terminarán encontrando su macabra y reveladora explicación para George C.
Scott, implicado en una historia que involucra elementos de carácter personal y
que le conducirán a una verdad terrible que lleva demasiado tiempo oculta como
para que su salida a la luz pública no deje de provocar un daño irremediable.
Que una película de
este tipo cuente en su reparto con un actor clásico de la época dorada de
Hollywood como Melvyn Douglas, que ha trabajado con directores como Lubitsch,
Cukor o Wyler (por nombrar sólo tres) es un acierto, por el componente perturbador y desconcertante
de hallarnos ante un rostro inesperado pero certero, de alguien que en el último
tramo de su carrera nos inquietó en varios films (recordemos, por ejemplo, “El
Quimérico Inquilino”, de Polanski).
En definitiva, si “El
resplandor” era una ruptura con lo anterior, una audaz y magistral incursión en
terrenos no explorados, “Al final de la escalera” supone una apuesta mucho más
clásica, que combina con acierto los elementos de los que se nutre para darnos también
una excelente muestra de “película con casa de fantasmas”.
TO BE CONTINUED…
©José Luis Ordóñez
(texto), octubre 2012
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