viernes, 12 de febrero de 2021

La ley de la calle (Francis Ford Coppola, 1983)

Nubes. Aceleradas. Menciones a “The Motorcycle Boy Reigns”. Y después entras en un bar junto a Lawrence Fishbourne (aquí todavía Larry). Allí juega al billar Matt Dillon (el Matt Dillon de 1983), y junto a él van apareciendo, progresivamente, un Nicolas Cage con tupé a lo Elvis y uno de los hermanos Penn (el de “Reservoir Dogs”, no el ex de Charlize Theron). El camarero, ojo, Tom Waits (con algún momento de gloria, habría que señalar). Todos del glorioso año 1983. Y todo, absolutamente todo, en aún más glorioso blanco y negro. ¿No es bastante? No hay problema, porque aún falta lo mejor, claro, porque aún falta que aparezca el mismísimo The Motorcycle Boy: un místico y épico Mickey Rourke, entonces en su mejor época (en la década que nos trajo las también maravillosas “Year of the Dragon” y “Angel’s Heart”). Esta película de Coppola es una exhibición de talento (con esos ángulos expresivos reforzados por el blanco y negro), amor al cine como medio para contar una historia (una variedad en la planificación que va de planos fijos, planos con cámara al hombro, primerísimos planos, traveling, uso del blanco y negro y el color, etc.; y, lo más importante, todo justificado) y el deseo de contar de manera personal una obra de otra autora (S. E. Hinton). ¿La banda sonora? De un tal Stewart Copeland (¿recuerdan The Police?). Añadan a ese reparto a Diane Lane (la chica, claro) y un breve (pero brillante) Dennis Hopper como el padre (muy borracho) de esos dos hermanos (escena memorable de reencuentro, por cierto, entre patética y entrañable, de esa familia desestructurada). Todo en “La ley de la calle” (“Rumble Fish”, en el original) es mágico: es cine de talento, personal, universal y, casi me atrevería a decir, irrepetible. Antes de fundir a negro, la película nos ofrece un bellísimo plano fijo y, superpuesto, aparece el crédito del director, Francis Ford Coppola, que se la dedica a su hermano mayor; otros parientes aparecen en producción, en el reparto vemos al sobrino de secundario (Nicolas Cage) y a la propia hija (Sofia Coppola, de niña). La familia, como siempre, que diría el mismísimo Vito Corleone. Y, como sucede con cierta frecuencia en la obra de Coppola, magistral esta "Rumble Fish". Larga vida al chico de la moto.





 

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