viernes, 31 de enero de 2020

Para toda la muerte (Alfonso Sánchez, 2020)


Hay muchas películas, mucha oferta audiovisual y por eso uno agradece profundamente dos cosas: precisión en el planteamiento de un largometraje y velocidad en su ejecución. Sin ser estas, ni mucho menos, las dos únicas virtudes de “Para toda la muerte”, sí son a destacar, porque a menudo uno ve cómo hay obras que se ahogan desde su propio inicio y después, además, en un agónico intento por arreglar el desarreglo, prolongan el metraje hasta los mismos límites de la resistencia humana. Por todo esto quería destacar el lúcido, a la par que sencillo, planteamiento de la historia que ha tejido de manera ágil y brillante Ana Graciani (planteamiento, desarrollo y conclusión, habría que precisar) y su duración: apenas 75 minutos de reloj. Uno echa de menos este tipo de películas. Mucho. Y está cansado de otras que, por norma, no solo superan la hora y media sino que tienen la osadía de cruzar la peligrosa barrera de las dos horas (de acuerdo, a Scorsese le permitimos tres horas y media, pero es Scorsese, y aun siendo Scorsese ha necesitado de Netflix para producir “El irlandés”).
            Pero volviendo al tema que nos ocupa, “Para todo la muerte”, tras destacar su guion y duración, uno tiene que fijarse en la cabeza visible (protagonista) e invisible (dirección… aunque también en un papel secundario): diría, pues, que es, sin riesgo a equivocarme, el mejor trabajo de Alberto López delante de la cámara (en un rol que lo necesita durante la práctica totalidad de la proyección), y el mejor de Alfonso Sánchez tras la cámara (uno agradece detalles, inventiva y ese aspecto lúcido en la puesta en escena que, prácticamente desde el inicio, queda reducido a ese piso donde transcurre casi toda la acción). Ambos, delante y detrás de la cámara, están cómodos y disfrutan elaborando esta comedia oscura, con cierto contenido social, macabra y que se permite cierta moraleja que no molesta. Hay momentos visuales maravillosos, guiños a clásicos (desde los Monty Python a la alta comedia norteamericana), y una resolución satisfactoria y perfecta, tras esos ya convenientemente destacados setenta y cinco minutos.
            No quiero olvidarme de la estupenda fotografía que nos regala Fran Fernández (¿he dicho ya que esos interiores del piso parecen sacados de una comedia clásica de los sesenta o setenta?) ni de la deliciosa música que ha compuesto para la ocasión Pablo Cervantes, que se unen para dar vida a un guion que funciona desde su primera página, con ese prólogo y ese epílogo con voz en off, que, por cierto, también recuerda a otras grandes películas, no solo hechas aquí sino también más allá de nuestras fronteras.
            ¿En resumen? Una muy buena comedia, efectiva, con momentos brillantes, un cast perfecto (con Estefanía de los Santos, Marta Tomasa, el propio Alfonso Sánchez...) y una sensación que, sin duda, debería darse más a menudo cuando se comete ese acto valiente, irreverente y revolucionario de ir a una sala de cine: a pesar de las desgracias que sufre su protagonista, uno sale feliz. Cine, vaya. Y así lo contaremos mañana en “Gente de Andalucía” (Canal Sur Radio) a partir de las 12:05 pm.

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