No
es ningún secreto que desde hace años la carrera del sobrino de Francis Ford
Coppola se mueve en (sub) productos de dudosa calidad debido, al parecer, a
ciertos problemas con el fisco que le obligan a aceptar su participación en
demasiados proyectos. Lejos quedan ya los tiempos donde su nombre encabezando un
largometraje se convertía en un evento, ya fuera comercial o artístico. Por
eso, se agradece cuando Nicolas Cage participa en películas que, a priori,
pueden generar más interés. Hablamos de “Dog eat dog”, lo nuevo de Paul
Schrader, basado en una novela del criminal reconvertido en escritor Edward
Bunker (recordemos: era el Señor Azul
en “Reservoir Dogs”, la ópera prima de Quentin Tarantino).
Paul Schrader tiene
una carrera irregular, pero nos ha dejado grandes historias; guionista de
“Obsesión” (Brian De Palma, 1976), “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976) y “Toro Salvaje” (Martin Scorsese, 1980), y director de “Hardcore” (1979), “El beso
de la pantera” (1982) y “Aflicción” (1997), por nombrar sólo algunas de ellas, sus películas
bucean en el alma más oscura del ser humano, en obsesiones que desnudan a los
personajes y los conducen al drama. En “Dog eat dog” se une al universo de
Edward Bunker, y junto a Cage y Willem Dafoe en el reparto, propone una
película ciertamente salvaje, al margen de lo que suele llegar a nuestras
pantallas y, tal vez, una recuperación de su mejor versión, orientada en este
caso al género negro. Esperemos que se estrene en cines.
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